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martes, 30 de diciembre de 2014

Acabando con ánimo...


martes, 2 de diciembre de 2014

Aquella montaña

Lo cierto es que, queriendo o sin quererlo, siempre ha habido un antes y un después de aquella montaña. No puedo negar que mi cabeza siempre había ido acompasada de mi corazón y del resto de mi cuerpo, me pasé años y años buscando caminos, tropezando, levantándome, buscando el equilibrio, encajando piezas de un rompecabezas sin fin.

Cuando hace cinco años comenzó aquel viaje, no sabía aún que buscando el mundo me iba a encontrar a mi mismo. Se suele decir que, a veces, la mejor forma de arreglar los problemas es alejarse un poco, mirar desde fuera con otra perspectiva y darse cuenta de que no estábamos enfocando las cosas como debíamos.

Y así, con esa distancia, la que dan océanos, la que otorgan 12.000 kilómetros, comencé a darme cuenta de que no era necesario terminar el rompecabezas, día a día y hora a hora fui comprendiendo que el equilibrio está en agradecer cada pieza que vas encontrando, aunque no encaje, porque siempre habrá un momento en el que termines haciéndole un hueco. Día a día y hora a hora fui comprendiendo que mis dolores no debían ser lastres en el camino sino experiencias que ayudaban a caminar mejor. Día a día y hora a hora me fui dando cuenta de que, por fin, todas las piezas, las mías, terminaban de encajar.

Y fue allí, en aquella montaña, sintiéndome tan minúsculo, sintiéndome tan poca cosa y sintiéndome tan grande al mismo tiempo, donde, como por arte de magia, escuché ese click interior que me hizo comprender que algo nuevo comenzaba a partir de ese momento, algo que no cambió nada y lo cambió todo, algo que desde entonces me hace saborear victorias sonreír derrotas.


No se si fue mi continua búsqueda, si fue mi propia evolución o si es que las cosas pasan cuando tienen que pasar, pero, desde entonces, y aunque no fuera cosa suya, sigo enormemente agradecido a aquella montaña...