Las palabras, muchas veces, se las lleva el viento. Otras, en cambio, se agarran a mentes y corazones, mueven mundos, cavan trincheras, son el comienzo de los más bellos viajes y el fin de los que fueron hermosos amores, y no depende tanto muchas veces de quien las pronuncia o las escribe, sino de quien las escucha, lee o piensa.
Aunque siempre hay quien, como el maestro Galeano, consigue que abramos nuestros ojos y oídos a la espera de palabras que sabemos serán perennes...