Un día, a penas 24 horas y ni tan
siquiera de las de sudor infernal y moscas tomando la sombra, 24
horas de tregua trampa y vuelta a empezar, un día de verano en este
interminable julio de otoño que tan grises y tristes nos arrastra
hacia la pseudodepresión veraniega, ya no post, sino incluso
prevacacional.
Lo cierto es que deberíamos estar
acostumbrados, son cosas del clima, de la tierra, son esos detalles
que forjan el carácter, que hacen que en los trópicos se tomen la
vida a ritmo de reggae y que en el norte se agrie el carácter y se
mustien las sonrisas, pero aún así cuesta.
Aún así cuesta porque las personas
nos pasamos el año esperando la luz, el calor, la manga corta y el
baño de nuestra piel desnuda en el mar, y recibimos gris, nubes,
lluvia, gris, nubes, lluvias, y así continuamente en una especie de
bucle interminable que sólo termina cuando nos ha robado la mitad de
nuestro preciado verano.
Tal vez todo sea por la lluvia, quizás,
tal vez sea por las nubes, quizás, tyal vez sean, como quien dice,
cosas del país de los vascos, quizás...
0 comentarios:
Publicar un comentario