BLOGGER TEMPLATES - TWITTER BACKGROUNDS »

jueves, 28 de noviembre de 2013

Mafaldeando...


miércoles, 20 de noviembre de 2013

Rebañando momentos

A veces uno, tal vez porque se le acumulan esas estupideces dictadas por la sociedad y que damos a llamar preocupaciones cotidianas, termina por perder la perspectiva y enfoca su existencia a disfrutar de los cuatro ratos libres que sus obligaciones le dejan.

Vivir cinco días a la semana en un eterno lunes matando porque llegue el último suspiro del viernes, para pasar el fin de semana lamentando que, en breve, llega el lunes. Tan triste como instalado en nuestras mentes que termina convirtiéndose en un mantra que repetimos una y otra vez, que la semana es muy larga y que lo bueno dura muy poco, y que, cómo no, qué le vamos a hacer…

Yo, a pesar de mi  mismo, a veces también caigo en la vorágine y pierdo totalmente la perspectiva, también tengo días en los que me levanto, me ducho y se me olvida la sonrisa en el lavabo. Se me hace inevitable en ocasiones sentir que los días se hacen interminables y me enfundo mis ojos de adulto, le hago vudú a Peter Pan y me dedico a rebañar las sobras del día envuelto en el gris estrés que nos impone la vida moderna.

Rebañadores de momentos, en eso terminamos convertidos, en autómatas teledirigidos 40 horas a la semana que sólo pueden untar el dedo en el tarro del fin del día para chupar unos minutos de televisión antes de irse a la cama para después volver a empezar. Caminamos como zombies en busca del fin de semana para dedicarnos a llorar por lo poco que dura el helado en vez de disfrutar cada uno de los lametones, sin rumbo ni horizontes, caminando en círculos de nuevo hacia la cadena de producción.


Pues lo siento mucho, pero conmigo no cuenten, yo me bajo en esta parada, me aireo y me empacho sin prisas, y luego ya, si eso, vuelvo…

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Me fui...


jueves, 7 de noviembre de 2013

Carcajadas payasiles

Nariz roja, ropas de colores, zapatones y una cantidad ingente de tontería mental, esos han sido durante años los ingredientes de nuestra fórmula mágica para hacer frente al día a día sin que nos falte la sonrisa ni el gris termine por oscurecer nuestros ojos de niños grandes.

Lo cierto es que, echando un ojo en ese pequeño rinconcito que creamos los 2 inseparables payasos viajeros, y a pesar de que la cuenta atrás hacia el último destino lleva más de 500 días pasada de vueltas, no puedo sino soltar una gran carcajada y quedarme totalmente perplejo ante nuestra capacidad idiotizante e idiotizadora.

La verdad es que no sabemos, ni nosotros ni nadie, si la vida nos pondrá en bandeja el poder volver a cruzar charcos juntos con las mochilas repletas y los bolsillos vacíos o si tendremos que montar un circo local para dar rienda suelta a nuestras payasadas pero, en el fondo, la longitud del camino es lo de menos.


Viajar, soñar despiertos, ilusionarnos, sonreír… no es más que una actitud ante lo que el camino nos pone por delante, una actitud rebelde ante un mundo repleto de caras largas, una estampida hacia delante, una máquina de imborrables recuerdos sobre situaciones que realmente han merecido la pena ser vividas y, cuya lectura a toro pasado, no puede sino provocar nuevas carcajadas…


lunes, 4 de noviembre de 2013

Mis zapatillas viejas

Lo pienso dos de cada tres veces que las miro, ha llegado la hora de jubilarse. Lo cierto es que parecía que no iban a haber sobrevivido a un incidente tropical hace ya un año y medio, pero, como haría yo, se resisten a dejar de gastarse, a dejar de hacer camino.

Mis zapatillas viejas, cada vez más desgastadas, con su suela demacrada y casi sin las marcas que han quedado en mil caminos, con sus mil cicatrices en forma de rozaduras, con sus tejidos rotos ya incapaces de mantener fuera el agua.

Mis zapatillas viejas, mi carroza real. Mi polvoriento carruaje en los pasos del camino, el necesario ancla a la tierra para un cuerpo que sujeta corazón y ojos de niño, mis compañeras de viaje, de emociones, alegrías, sonrisas.


Mis zapatillas viejas, que se resisten a terminar  en un sucio cubo, que se resisten a un adiós sin despedidas, a un final sin recuerdo, a un último paseo conscientes de que, al igual que nosotros, cuando termine el viaje, seguirán quedando mil y un caminos por andar…