Es un no parar, da lo
mismo que estés con la familia, con amigos, con conocidas o
comprando verduritas locales en tu frutería, la conversación, una
vez superado el escollo del hoy hace
sol/lluvia/calor/frío/ciclogénesisexplosiva (lo que viene siendo
del tiempo) siempre termina virando hacia el mismo e inexorable
punto, la cosa está muy mal.
Y llega a este punto,
todo sea dicho, porque es verdad, la cosa está muy mal. La cosa está
muy mal porque el sistema que nos imponen no funciona, mejor dicho,
funciona fantásticamente, pero para quienes nos lo imponen. Estamos
en un país/terruño/patria/repúblicabananera (lo que cada cual
quiera poner) en el que todos los días 6 millones de personas se
despiertan (seguro después de haber maldormido) sin la posibilidad
de ir a un trabajo con el que subsistir. Estamos en un lugar en el
que esos 6 millones de personas, y el 41 restante, desayuna con
corrupción y come y cena observando como ladrones y corruptos campan
a sus anchas llevándoselo crudo mientras la gente de a pie no sabe
como terminar de llevar el pan a sus mesas.
Estamos en ese lugar, en
el que en cualquier rincón y en todas y cada una de las
conversaciones despotricamos y supuramos indignación contra la casta
política, la banca y el sistema, y estamos en ese terrible lugar en
el que después de bramar nos vamos a casa tan agustico a sentarnos
en el sofá y ver mujeres hombres biceps y berzas en telecirco.
Hace mucho que la
democracia en este país está podrida, de hecho apestaba cuando
nació y ni con nenuco se ha camuflado su hedor. Se nos permite
participar poco o nada, cada vez menos, y creen que relegándonos a
depositar un sobre en una urna (cuando no en sus bolsillos) cada 4
años pueden cerrarnos la boca y seguir haciendo y deshaciendo a su
antojo, pero no, no esta vez, no ninguna otra vez.
Quien me conoce ya sabe
bien que nunca he sido de quedarme en el sofá, soy más bien amigo
de las utopías convertidas en grito y que para mí calle bonita es
la que lucha, y, una vez más, no voy a callarme. Es hora de que,
desde dentro de su circo, las fieras devoren a los domadores, es hora
de cambiar las cosas, por eso voto siempre, por eso no voto a los de
siempre.
Yo, desde mi sobre, el
que vale de verdad, el que vale más que los que van llenos de
billetes, en las próximas elecciones elegiré Podemos, yo, desde
este pequeño rinconcito, a quien quiera escucharlo, le pediré que
llene su sobre de utopías y rabia, votando por quien crea que puede
cambiar las cosas, y no volviendo a votar nunca a los de siempre. El
25 de mayo, tal vez, los sofás se queden vacíos, y las urnas
llenas.