Es un hecho que la mente suele tender a reprimir los recuerdos que le resultan dolorosos para que estos no nos amarguen el día a día y, del mismo modo, la memoria colectiva tiende a esconder en un cajón todos aquellos recuerdos que recuerden a la gente que es el poderoso el que causa el dolor, no vaya a ser que el pueblo se levante y les amargue su tan bien montada fiesta.
Dicen en Argentina, esas madres que luchan allá por la plaza de mayo, esos hijos, abuelos, hermanos, esa amiga Marta tan querida a la que le arrebataron un hermano las sucias manos de la dictadura, que ante las atrocidades cometidas por papá estado no debe existir ni olvido ni perdón, sino juicio y castigo.
Hoy hace un año, un jovencísimo Iñigo Cabacas disfrutaba y celebraba por las calles de Bilbao el resultado de un partido de fútbol, cuyos actores carecen ya de importancia, cuando los cuerpos de “seguridad”, ese brazo ejecutor del cumplimiento de las normas impuestas desde arriba, le arrebataron la vida de un certero disparo de una pelota de goma en la cabeza.
Hoy hace un año ya y poco ha cambiado, nos intentan convencer de que fue un accidente, nos intentan vender que no hay ni culpables ni responsables, nos intentan vender un olvido y un silencio que nos negamos a aceptar.
Y nos negamos a aceptarlo porque los culpables directos, quienes apretaron el gatillo, quienes dieron la orden, quienes desde su poltrona manejaban los hilos de la represión, siguen ordenando y disparando, siguen impunes y sin identificar (excepto el ilustrísimo señor de la guerra Rodolfo Ares) para que ningún dedo los señale, siguen disfrutando de sus vidas y sus sueños, aquella vida que le arrebataron a Iñigo, aquellos sueños que le arrebataron a sus familiares y amigos.
Y nos negamos a aceptarlo porque su responsable, que no es otro que este sistema voraz y represor ante toda aquella persona o actitud que no sea la de la sumisión total y absoluta a sus dictados, no va a conseguir que nos echemos atrás en nuestra lucha por la verdad y la justicia, pase lo que pase y pese a quien pese, porque a pesar de sus pelotas de goma, de sus porras y de sus balas de plomo, hace ya tiempo que somos conscientes de que podrán cortar todas las flores, pero jamás podrán detener la primavera.
Ni olvido ni perdón, juicio y castigo. Iñigo Cabacas, gogoan zaitugu!
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