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jueves, 27 de noviembre de 2014

El original...

No hay que perder las buenas costumbres, los jueves son para mafaldear...


lunes, 17 de noviembre de 2014

Faltan teclas

Lo cierto es que no es que las ideas me abandonen o que haya dejado de volver loca a mi cabecita con cada paso y cada latido, pero últimamente el teclado acumula más polvo que relatos, y eso nunca fue bueno.

La verdad es que, por mucho que quiera ponerme, cada vez me cuesta más ordenarme un momento y dedicarlo a trasladar de las neuronas a la pantalla  mis historias, vivencias y locuras. Me sobran ideas, y me faltan teclas, me sobran caminos y me faltan pasos, me sobra el tiempo y me faltan las horas... imagino que soy así, un pequeño gran desastre que se pierde más en el cómo ir a un sitio que en el sitio en sí, y a veces con este rinconcito me pasa lo mismo, que de tanto que a veces he querido contar ahora estoy un poco perdido en mi propio cuento.

El tiempo vuelve las cosas a sus cauces, las palabras a sus libros y las historias a sus rinconcitos, sólo es cuestión, me temo, de no pensar que faltan teclas, sino de volver a echar un ojo de vez en cuando a nuestro teclado.

lunes, 20 de octubre de 2014

Cascabeles

Si algo me emociona cuando llega el otoño, más allá de sus gamas de colores o de toparme con setas del tamaño de mi cabeza, es sin duda el sonido de los cascabeles. Ese momento de abrir el armario e ir sacando la camisa, la txapela, las abarkas, el garriko... y escuchar de repente el tintineo de esas mágicas bolitas plateadas.

Y me emociono, y me sonrío, y se me eriza la piel. Y todo esto porque ese sonido significa que llegan días felices. Y mira por donde que habrá quien piense que tampoco es tan feliz volver a casa todas las mañanas con los pies destrozados y ampollas en las ampollas, quien no le vea la emoción a ese cuerpo escombro que cada vez parece más irrecuperable o quien no sienta escalofríos pensando en mañanas de ibuprofeno y almax, peor para ellos.


Porque las noches de cascabeles son también noches de amistad, noches de recordar mil y un historias y de crear las que pronto serán recordadas, son noches de baile, de sonrisas, de brindis a las estrellas, son noches de conocer sonrisas que enamoran y noches de seguir enamorándote cada año más de esas sonrisas, noches de carnaval sin máscaras, noches que nos demuestran que, con más canas y menos pelo, seguimos siendo nosotros...

viernes, 3 de octubre de 2014

Mafaldeando


lunes, 29 de septiembre de 2014

Sin perder detalle

Quitarse las gafas, un acto que sólo realizo cuando me ducho, cuando voy a nadar o antes de dormir, aunque a veces Morfeo hace que termine con mi cabeza entre las páginas de cualquier libro sin desprenderme de mis binóculos.

Siempre me pareció curioso que todo comenzase a verse con mucha más claridad en mi vida poco después de que me pusieran gafas. Habrá quien piense que son artefactos del diablo y que donde estén unas lentillas no hay color, pero hace 5 años me tocó aceptar a mis nuevas compañeras y, habida cuenta de que iba a ser para siempre, no dudé en adaptarme a ellas.


En los ojos, y en la vida, el proceso es siempre el mismo, cambiarse de gafas y de forma de mirar el mundo trae dudas, unos primeros días de incertidumbres, algún que otro tropiezo y la inseguridad de quien abandona su camino de sombras y nieblas. Pero poco a poco todo comienza a verse mucho más claro, no se si el comenzar a distinguir los detalles, las formas y los colores a través de mis ojos de adulto fue lo que hizo que comenzase a distinguir los detalles, formas y colores del camino con mis ojos de niño, no se si haber mirado hacia aquellas montañas, que tanto me hablaron en silencio, con mis ojos viejos, habría cambiado la determinación de virar todos los rumbos que dirigían mi existencia, lo que si se es que, cuando, por un sólo momento, abandono mis gafas, y pierdo los detalles, mi único deseo es cogerlas de nuevo y distinguir hasta el último matiz de lo que el camino me pone delante...

martes, 23 de septiembre de 2014

Enraizando

Hacer camino siempre ayuda a avanzar en la vida, da lo mismo que sea en una dirección o en otra, pero siempre avanzando.

Cada paso, cada mirada, cada sonido, cada aroma, cada beso... van construyendo presentes y futuros, reviviendo los pasados y, aunque no siempre nos digan de donde venimos y hacia donde vamos, lo que es seguro es que tienen la mala costumbre de ayudar a construir lo que somos.

Yo siempre he pensado en la vida que uno es de donde está, que la sangre se renueva con el oxígeno que se respira y que las raíces nos deben ayudar a ver de dónde venimos pero indicarnos hacia donde vamos. Han sido estas semanas de enraizar en varios sentidos de la vida, de echar raíces en la relación con los ojos que me miran cada mañana, en crear recuerdos conjuntos, imágenes y sabores que rememorar, sonrisas que repetir, besos que soñar. Han sido semanas también de enraizar en el de dónde vengo, de dehesas, olivos y viñas, de calor de pueblo sufridor y sufrido siempre en pie pero nunca levantado, de no olvidar que en el fondo, algo hay de cierto cuando se dice que de casta le viene al galgo.


Semanas, en definitiva, de enraizar pasados, presentes, futuros, de seguir sembrando, de seguir caminando, de seguir convenciéndome cada vez más, de que no hay raíces más fuertes ni que me amarren más a la tierra, que las suelas de mis zapatillas...

martes, 19 de agosto de 2014

Momentos para disfrutar

Parece mentira, tener todo el tiempo del mundo y que te de la sensación de que no cunde nada, sentirse atrapado en casa y necesitar imperiosamente parar y poner kilómetros de por medio.

Lo cierto es que al final, hasta cuando uno está parado necesita de unas buenas vacaciones, hacer una parada y desgastar zapatos en lugares desconocidos, con nuevos olores, colores y sabores, con más sueños que dinero en los bolsillos.

Se acerca el momento y, sin importar tanto el destino, tengo la sensación de reencontrarme poco a poco con lo que soy. Esa ilusión de pensar maletas y caminos, ese ponerse de nuevo los ojos de niño y pegarlos a una cámara de fotos, ese saber que los pasos son acompañados por quien más te importa, compartiendo nuevas trincheras, el viaje, la vida, las locuras de aeropuerto, los mares inmensos, los nervios y las sonrisas.


Se acerca el momento, pues, de disfrutar...

martes, 12 de agosto de 2014

Vago, muy vago....


jueves, 31 de julio de 2014

Basta ya!


jueves, 24 de julio de 2014

Palabras compañeras

Lo cierto es que siempre me ha resultado curiosa la facilidad que tengo para llenar líneas cuando mi estado de ánimo es gris tirando a negro, una facilidad que suele desaparecer al completo a la hora de mostrar al mundo lo que va bien, mis felicidades, tantas y tantas sonrisas y latidos que quedan huérfanos de palabras.

Cuando creé este pequeño rincón lo llame la noche oscura, clara alusión al momento en que, en aquellos años sin brújula ni veleta, surgían en mí las fuerzas para escupir lastres y venenos sobre el papel. Han pasado ya muchos años, muchas noches, muchos caminos y muchos sueños, y a decir verdad la oscuridad se ha ido difuminando, y hace tiempo que han dejado de preocuparme los ocasos de la vida.

No se si es evolución personal, encontrar eso que comúnmente llamamos nuestro sitio en el mundo, o si simplemente es que ese niño maduro que llevo dentro ha dejado de preocuparse de aquello que pueda dañarle. Lo único claro es que, desde aquel día, perdido entre maravillosos gigantes de hielo y piedra en medio de ninguna parte, en que todo comenzó a cambiar, las cosas han ido cada vez mejor.

Las palabras comenzaron a dejar de escribir pesadillas para empezar a contar sueños, poco a poco, paso a paso, esquivando agujeros y saltando vallas, con la única intención de encontrarte. Palabras que la noche que te conocí comenzaron a escribir el más bello de los poemas.

Tal vez aquella noche ni tu ni yo lo supiéramos, pero ellas, las palabras, comenzaron a escribir latidos y sonrisas donde antes había sombras y espinas. Las palabras, poco a poco, comenzaron a escribir nuestra historia, nos vieron cavar nuestras trincheras, nuestras complicidades y nuestros nosotros. Y así, poco a poco, comenzaron a dejar de escribir, comenzaron a enseñarme que los bellos momentos no necesitan de tantas palabras, comenzaron a enseñarme que las miradas, las sonrisas y los besos no necesitan de papel si son compartidos. Las palabras, esas que tanto me han ayudado, decidieron que tú eras mi sitio en el mundo, sin grises ni espinas, sin noches oscuras, me enseñaron, en definitiva, a escribir menos, y amarte más.


Y ya no salen tanto de paseo, y ya no llenan líneas en noches de pesadillas, y ya saben que, en el viaje, han pasado a ser parte de mi equipaje porque tú, tú eres mi auténtica compañera.