A todos hay veces que, al escuchar una canción, se nos pone la carne de gallina. En mi caso, cada vez que escucho esta canción de Ismael Serrano no puedo evitar que me invada una avalancha pesamientos y sentimientos. Parece difícil creer que todo el sufrimiento de nuestras anteriores generaciones, que toda su lucha y su rabia, puedan caer en el olvido, y que los sueños que en su momento movieron conciencias, provocaron revoluciones y cambiaron el mundo, caigan en el más profundo de los olvidos. Pero, la gran incónita que despierta en mí esta canción es qué es lo que le contaremos nosotros a nuestros hijos. Tal vez les contemos la historia de cómo dejamos enfermar nuestro planeta hasta morir, de cómo permitimos la injusticia y la desigualdad, de cómo disfrutábamos de nuestros platos llenos mientras en el telediario salían niños muertos de inanición y por culpa de las guerras.
Yo espero contarles la historia de un mundo que seguía luchando y soñando, que gritaba no a la guerra y creía realmente que otro mundo es posible, la historia de aquel joven al que asesinaron en Génova por luchar contra la desigualdad, la historia de anónimos luchadores que no cejan en su empeño de lograr un mundo más justo.
Ciertamente es especial esta canción, también representa un momento inolvidable en París, cuando Eva y yo la cantamos junto a la estatua de Charles de Gaulle, volviendo a maldecir, como hiceran nuestros padres, a aquellos dictadores. Tan sólo espero, que en el futuro, nuestros hijos nos canten: papá cuéntame otra vez...
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