A la deriva...

Siempre es complicado saber realmente lo que queremos, decidir realmente que es lo que deseamos dentro de esa maraña de sensaciones y sentimientos que es nuestra cabeza y, a veces, nuestro corazón. Hay días en los que uno no encuentra la valentía necesaria para afrontar la realidad, para expulsar de su caverna las palabras que expresen los sentimientos más profundos.
Tal vez no sea el miedo a la respuesta recibida, sino que en el fondo no queremos destruir la coraza que hemos construido a nuestro alrededor, no queremos dejar abierta ninguna puerta en esa muralla ficticia que pueda desvelar la gran fragilidad que sentimos. Todos tratamos de construir nuestro mundo perfecto en nuestras cabezas, creemos lo que queremos, hacemos lo que debemos y sentimos lo que queremos sentir, tan sólo así logramos evitar sufrir.
Pero hay ocasiones en las que nos preguntamos si estamos siguiendo el camino correcto o tan sólo vamos a la deriva, perdidos en ese mar de angustia que nos rodea. En esas ocasiones se hace inevitable la necesidad de tender puentes, aunque nuestra ceguera no sepa indicarnos hacia donde, todo gira y gira y no somos capaces de vislumbrar las estrellas, que, probablemente, nos hayan estado indicando el camino desde el principio. Así que continuamos perdidos, sin rumbo, y, muchas veces, para cuando queremos volver a mirar esas estrellas, el cielo ya se ha nublado.
Tal vez vaya siendo hora de mirar al cielo…