Si, 99 para ser exactos, esos son los días que han pasado ya en el exilio catalán, muchos días con sus cosas buenas y sus cosas malas, pero que no tengo duda que me ayudarán a ver las cosas de una manera diferente cuando vuelva a casa (si es que vuelvo, aunque me da a mi que a no ser que me ofrezcan un contrato con el barcelona...)
En estos meses la única compañera infatigable que he tenido ha sido la soledad, y la verdad es que resulta una extraña compañera de viaje, porque normalmente aparece siempre que no la necesitas, pero cuando convives con ella llegas a apreciar todo lo que te aporta. Si no fuera por ella uno no llegaría a conocerse bien a sí mismo, tal vez no hallaría respuestas a sus preguntas estúpidas, no tendría crisis existenciales, no aprendería a apreciar realmente cuanto valen los amigos, cuanto vale un beso, un abrazo. Pero también es ella la que está presente en tus peores pesadillas, la que despierta tu ansiedad y la que no te deja dormir.
Gracias a dios, parece que con el tiempo estoy aprendiendo a convivir con ella, y eso, en la sociedad alocada en la que vivimos, es todo un triunfo, ya que con el tiempo, cuando uno mismo se convierte en su mejor compañero, la soledad desaparece.
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