En ocasiones, odio esas noches oscuras, tan oscuras y frías que son incluso capaces de robarte hasta los sueños más dulces, de robarte las estrellas, las lunas, los horizontes.
Odio esas noches en las que los latidos de cristal te zarandean entre la orilla del precipicio y el más absoluto vacío, esas noches en las que las heridas se reabren, y duelen todas las cicatrices.
Odio esas noches, las odio, esas en las que la esperanza es lo primero que se pierde, esas en las que las ideas hierven y las lágrimas queman, esas en las que deseo olvidar lo perdido y no logro recordar sino ausencias.
Odio esas noches, esas en las que nacen los tristes versos y mueren las forzadas sonrisas, las noches de insomnio y corazones oxidados que gritan auxilio.
Odio, odio esas noches…
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