Y es que al final los destinos nuevos es lo que tienen, que los caminos para recorrer no son los más adecuados, así que por mucho que uno intente centrarse en ese maravilloso mundo por descubrir de selvas, playas y aventuras, siempre le queda a uno la cosa de que va a pasarse los días escuchando cuidado a ras, ojo lluvia, trata de arrancarlo por diox, trata de arrancarlo!!! xD
Mas allá de la inevitable andadura por la autopista hacia el infierno que es la vida, es innegable que soy un enamorado de caminar siempre que puedo por toda aquella ruta que para mí es inexplorada. Puedo caminar por senderos entre el verde follaje a 10 minutos de mi casa o conducir por barrancos en quebradas a 12000 kilómetros de ella, pero siempre con el mismo ansia por aprender de todo aquello que observo.
Mi mochila cargada de sueños, mis pies ávidos de asflato y mis ojos de niño, acompañados siempre que se puede de algún hidalgo caballero con quien compartir mis locuras, son lo una de esas cosas que necesito cada cierto tiempo para poder sentirme vivo.
La verdad es que este año han sido muchos meses de deliveraciones, muchos querer y no poder, glaciares, lagos, montañas y desiertos que seguirán viendo pasar los siglos sin saber si alguna vez podré visitarlos, pero, finalmente, ajustando y a última hora, parece que la locura ha vuelto a encontrar su destino.
Serán días de carreteras infernales, de selvas lluviosas, de playas caribeñas con agua cristalina, de bichos tan grandes que tendrán muslo y contramuslo, de deportes de aventura, de aromas innovadores, de mil y una historias esperando a ser contadas, de echarte de menos y, sobre todo, de disfrutar, de volver a tachar una de esas cosas que estaban en la lista de cosas por hacer: Costa Rica, here we go!
Si bien es cierto que siempre, por una u otra razón, he vivido montado en mi montaña rusa emocional retozando en mis eternas crisis existenciales, no es menos cierto que realmente nunca le he pedido mucho a la vida, o al menos no mucho de aquello que la sociedad entiende que hay que exigirle.
Nunca he necesitado mucho dinero, que no digo yo que venga mal tenerlo siempre y cuando se gane de manera honrada, pero ser rico nunca ha sido una prioridad en mi vida ni una cosa que me haya quitado especialmente el sueño. Tampoco le he pedido a la vida una casa grande ni un coche deportivo, ni nada que se le parezca, soy una persona que se conforma con poder tener su rinconcito y que no necesita más que renovar al pobre txinauto una vez que este muera para moverse, y tal vez ni eso. No he pedido tampoco tener muchas cosas materiales, no porque no me guste tenerlas, simplemente porque muchas no me hacen falta, porque entiendo que los caprichos caprichos son y como tales hay que tratarlos, a pesar de darme de vez en cuando alguno que otro. Trabajo… no necesito el de mis sueños, me basta con que me de lo necesario para vivir y ningún quebradero de cabeza más allá de las puertas de la oficina, a pesar de que todo sea siempre mejorable.
Ciertamente, mis necesidades vitales siempre han estado encaminadas a encontrar ese equilibrio interior tan frágil y fugaz que a veces resultaba imposible. Pero al final, con el paso del tiempo, y a pesar de no ambicionar nada de lo que es supuesto, siento que lo tengo todo, o, al menos, todo lo que necesito para ser realmente feliz.
Tengo amistades de todos los tipos y colores, intensas, intermitentes, cercanas, las de siempre, las de lejos, las de un rato, pero en el fondo muchísimas personas que se y siento que están ahí para lo malo, lo que hace que normalmente nos dediquemos a disfrutar de lo bueno. Tengo compañeros de fatigas, locuras y caminos con los que disfruto y me enfado aunque nunca a partes iguales, compañeros de vida y sueños, de revoluciones, de poesía, tragos y brindis nocturnos, de cantos a la luna de compartir horizontes y mochilas cargadas de ilusiones, compañeros con los que mirar a la vida con ojos de niño.
Y te tengo a ti, esa pila que me carga de energía y marca el ritmo de los latidos del corazón en cada paso, esa última sonrisa y primer beso con el que acostarse y despertarse sabiendo que lo que pase fuera da lo mismo, porque mi mundo está en tus abrazos. Ese motor que me ayuda a dar pasito tras pasito para seguir siendo como soy, para convencerme de que puedo conseguir todo aquello que me proponga siempre y cuando no decaiga en mi empeño.
Y es que, muchas veces, sin pedir nada, uno acaba teniéndolo todo…
15 minutos, 900 segundos, mil latidos. 15 minutos de silencios, de rabia contenida, de corazones bombeando sentimientos que, por respeto, las gargantas callan. 15 minutos de preguntas sin respuesta, de vergüenza ajena, de dolor. 15 minutos de incomprensión, de indignación. 15 minutos de valor, de valentía, de silencio que grita basta ya. 15 minutos de despedida, de duelo, de homenaje, de recuerdo. 15 minutos para recordar que fuiste tu cuando pudimos ser cualquiera de nosotros.
15 minutos, para entender, que nunca más se deben repetir los silencios...
Rabia, hartazgo, odio, y asco, mucho asco. Las palabras empiezan a quedarse en nada para expresar lo que corroe mis entrañas. Es esa senasación, la misma que hace años renovaba incesantemente mi furia interior al recordar como asesinaron a Carlo en las calles de Génova con total impunidad. Es esa arcada, esas ganas de vomitar cada vez que veo un uniforme, cada vez que veo como campan a sus anchas y nos miran por encimas de sus sucios hombros. Es, la cada vez más creciente sensación de que, cuando el estado excede los límites de lo humanamente admisible, el pueblo debe hacer al tirano pagar sangre con sangre, terror con terror, sufrimiento con sufrimiento.
Es esa sensación, de tener que apretar los dientes bien fuerte y permitir que sean las lágrimas las que den rienda a suelta a toda esa rabia, para evitar caer en la locura y seguir soñando que podemos cambiar este sistema infecto y que, a pesar de que intenten cortar todas las flores, jamás podrán detener la primavera.
Días de relax, de paz, de relajación, de paseos, de museos... bueno, vaaaaaleeee... también días de risas, de cervecitas, de foie, de camembert, de vinos variado y de cachondeo permanente, pero, al fin y al cabo, días de desconexión y de cargar las pilas...
Hay que reconocer que a veces parece complicado, cuando uno se pasa la vida persiguiendo sueños, el saber parar un poco y aprender a saborearlos sin prisas.
Tal vez se deba a esa sensación permanente de falta de equilibrio, de montaña rusa a veces y de estancamiento total otras, lo que vuelve tan complicado darse cuenta de que por una vez todo está donde debe estar.
Pero por complicado que parezca finalmente termina resultando extremadamente simple. Resulta simple, que el corazón deje de latir a mil por hora persiguiéndote para que pase a latir a mil por hora disfrutándote, bombeando con la misma fuerza, pero más pausado, sin prisas, sin pausas. Resulta simple, de verdad, dejar de soñar contigo para dedicarme a vivir el sueño de un nosotros. Resulta simple, muy simple, relativizar las cosas triviales y mundanas, y darle el valor que se merecen a lo que realmente lo tiene, a tus sonrisas, abrazos y miradas cómplices.
Y es que por complicado que pareciera, lo vuelves todo simple, muy simple…
