Es curioso como según va pasando el tiempo y más piensas en que ya no tienes edad para ciertas cosas, tu cabeza loca y tu cuerpo de repente deciden poner a prueba hasta que punto es cierto, en una especie de espiral suicida sin sentido que, asombrosamente, no termina en una explosión autodestructiva.
48 horas son más que suficientes para ponerte a prueba y darte cuenta de que los años no pesan si se juntan los ingredientes exactos. Y da lo mismo que se unan varias horas de incesante lluvia y barro o noches en las que el termómetro no da tregua, si la mezcla se completa con buenos amigos, acordes revolucionados acompañados de desgarradas gargantas y tus besos y miradas a la luz de la luna, el cóctel es perfecto.
Porque cuando se tiene todo si no tocan nuestras canciones ya las destrozamos nosotros, porque si llueve nos ponemos el flotador y disfrutamos de charca, porque no hay frío que no calienten nuestras sonrisas y no hay noche lo demasiado larga si puedo perderme en tus ojos a cada minuto, porque en el fondo, siempre nos ha perdido salir, beber…
Porque cuando se tiene todo si no tocan nuestras canciones ya las destrozamos nosotros, porque si llueve nos ponemos el flotador y disfrutamos de charca, porque no hay frío que no calienten nuestras sonrisas y no hay noche lo demasiado larga si puedo perderme en tus ojos a cada minuto, porque en el fondo, siempre nos ha perdido salir, beber…
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