Lo normal, con los tiempos que corren, con el mundo humano yéndose
al carajo y el futuro pendiente de si alguien tira definitivamente de la cadena
para saber si se marcha por el sumidero, es que la gente termine perdiendo el
norte, que termine perdida en medio del camino, sin saber donde tiene que ir
ahora que no parece haber nada más allá, y preguntándose para que ha caminado
hacia donde le han dicho que camine, si resulta que no iba a llegar a ninguna
parte.
Para quien tiene a buen saber salirse de los caminos
establecidos y no buscar sino lo que sus latidos y sueños le marcan, en cambio,
la ruta sigue estableciéndose y modificándose a cada paso, con dos únicas
certezas, que el camino, más tarde o más temprano termina, y que el camino
final es la suma de los pasos dados, y es cada cual quien mueve sus propios
pies, siendo el dueño de su dirección, sin excusas.
Por eso, se ponga como se ponga el camino, más que perder el
norte, prefiero pensar que poco a poco lo vamos ganando, que con cada piedra
somos más conscientes de que el destino no existe sino en nuestras utopías y
que no llegaremos sino donde queramos llegar, degustando cada paso, levantándonos
tras cada tropiezo y recordando cada suela desgastada como única…
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