Que la vida se compone de ciclos y que hay muchísimas cosas que no son para siempre creo que es algo que nadie puede discutir, pero también es cierto que hay situaciones que aún sabiendo que tarde o temprano van a cambiar las disfrutas y saboreas sin querer pensar en cuando va a llegar el punto y a parte de las mismas.
Cuando hace dos años al volver de mi pequeño exilio en tierras catalanas los 3 valientes bulbabos decidimos dar un giro a nuestras vidas y comenzar a vivir la aventura de ser los únicos dueños de nuestros caminos ya sabíamos que, tarde o temprano, la vida nos iba a ir llevando a cada cual por un sendero distinto, de forma natural. Y de forma natural han pasado casi dos años, dos años de convivir pero sobre todo de vivir, dos años en los que la amistad ha tomado una dimensión extraordinaria y en la que hemos compartido de todo, momentos buenos y momentos que, aunque parecieran malos, siempre terminaban entre carcajadas y lágrimas de felicidad. Dos años imborrables que han marcado lo que hemos sido, lo que somos y lo que vamos a ser, más allá de cómo la vida nos vaya tratando.
Ahora parece que llega el momento de ir rompiendo la comunidad inicial, de que el almirante de fragata Aarontxu continúe con las riendas de su camino y de otro paso adelante en su vida, y eso no puede sino alegrarme, porque no se puede sino valorar lo vivido y desear que, de forma diferente, cada cual sigamos viviéndolo. Así que nuevos tiempos llegan, seguro traerán cambios, pero nunca pondremos un punto final a nuestra aventura, como mucho un punto y a parte, como mucho un punto y coma, aunque en el fondo no más que unos puntos suspensivos…
Cuando hace dos años al volver de mi pequeño exilio en tierras catalanas los 3 valientes bulbabos decidimos dar un giro a nuestras vidas y comenzar a vivir la aventura de ser los únicos dueños de nuestros caminos ya sabíamos que, tarde o temprano, la vida nos iba a ir llevando a cada cual por un sendero distinto, de forma natural. Y de forma natural han pasado casi dos años, dos años de convivir pero sobre todo de vivir, dos años en los que la amistad ha tomado una dimensión extraordinaria y en la que hemos compartido de todo, momentos buenos y momentos que, aunque parecieran malos, siempre terminaban entre carcajadas y lágrimas de felicidad. Dos años imborrables que han marcado lo que hemos sido, lo que somos y lo que vamos a ser, más allá de cómo la vida nos vaya tratando.
Ahora parece que llega el momento de ir rompiendo la comunidad inicial, de que el almirante de fragata Aarontxu continúe con las riendas de su camino y de otro paso adelante en su vida, y eso no puede sino alegrarme, porque no se puede sino valorar lo vivido y desear que, de forma diferente, cada cual sigamos viviéndolo. Así que nuevos tiempos llegan, seguro traerán cambios, pero nunca pondremos un punto final a nuestra aventura, como mucho un punto y a parte, como mucho un punto y coma, aunque en el fondo no más que unos puntos suspensivos…
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