Mira que en esta vida es difícil aclararse, uno se pasa la vida quejándose de que siente demasiado, de que se muestra vulnerable con demasiada facilidad y de que su corazón convierte la chispa más pequeña en un tremendo incendio. Siempre con el corazón desbocado, pegando a la vida más bocados amargos que dulces y sin poder parar los pies a esa máquina que bombea ilusiones sin cesar, sin importarle en qué medida pueden convertirse en realidades. Toda una vida pidiéndole que se calme, que te de un respiro para poder mirar las cosas con calma antes de lanzarse al vacío, de cabeza y sin casco, como haces siempre. Una vida entera de aguja, hilo, tiritas y muchos mimos para curar las heridas que casi casi tu mismo te provocas y prometiéndote que una y no más, que ya basta de amores absurdos y de espejismos en medio del desierto.
Y de repente un día decide hacerte caso, notas que el jodío te deja pensar y que puedes ir por la vida sin la necesidad de soñar a cada paso y morir con cada beso. Y pasa el tiempo, y sigue sin hablarte, y comienzas a preguntarte si funciona bien, si es que de verdad ha decidido darte un respiro o si es que se ha escacharrado de tanto trote, y le llamas, y no responde, y le pinchas, y no se queja, y no te queda más que seguir deambulando por el mundo como un zombie emocional esperando a que en algún momento, un potente latido vuelva hacerte perder los papeles y puedas volver a sentirte el idiota que siempre has sido y nunca debiste de dejar ser.
Toc toc, hay alguien ahí?
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