Fingida inocencia
Fue fácil aprender
mi princesa marchita
a leer en ti la noche como un libro abierto
a ser feliz siendo tu nube
a vestir mis sábanas con tus sueños
Sencillo fue sentir
enredado entre tu pelo
que el miedo se desvanecía en la trinchera de tus abrazos
que mi mundo se perdía en un beso
que los aullidos se convertían en dulces susurros.
Incauto fue soñar
entre manos y pies fríos
con futuros ajenos al sol de los amaneceres
con incautos latidos compartidos
con la llama que prende la almenara más lejana
Pero bello fue vivir
al fin y al cabo
las verdades que escondieron tus furtivas miradas
los ojos que brillantes eclipsaron las lunas
los impacientes suspiros de tu fingida inocencia.
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