Somos un grupo peculiar, de eso no cabe ninguna duda y, la verdad, es que es un asunto que nos importa más bien poco. Nos vemos cada ciento en viento y es más fácil que nos encontremos un fin de semana en Bratislava que para tomar un café, pero una vez que nos ponemos hasta conseguimos hacer alguno de esos planes que, sin duda, quedarán marcados con mil y una anécdotas.
Y es que otra cosa no, pero si sacamos unos días somos capaces de demostrar que la estupidez humana no tiene ningún límite, y la nuestra mucho menos. Así que, con una carretera delante, y cuatro días para hacer lo que mejor sabemos, es más que posible que o nada, o tal vez todo, vuelva a ser como antes. Y es que la tierra de las gigalenas, los kebayunos y el baile del urogallo, vuelve a encontrarse en nuestro camino, fenezca pues, a los pies de los hijos de Bulbabia, kill the lion!!!
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