¿Que tal estas?

Es una pregunta que nos hacemos unxs a otrxs infinito número de veces, a veces casi a modo de saludo, a veces con intención real de conocer el estado de la otra persona, pero la cuestión es que, tal vez por inercia, tenemos una tendencia brutal a banalizar la respuesta a la preguntita en cuestión.

Bueno… bien… tirando… como siempre… estoy, sin más… y así una retahíla infinita de respuestas sinsorgas que no conducen sino a la indiferencia del que pregunta. Y la cuestión es que posiblemente, si contestásemos de un modo más profundo, probablemente muchas de las personas que nos han preguntado que tal estamos acabarían espantadas y no volverían a preguntar, tanto para bien como para mal.

Lo peor de todo, es que quienes menos queremos escuchar una respuesta sincera ante esa pregunta somos nosotrxs mismxs, porque si la respuesta fuera que unx se encuentra en la cima del mundo, superfeliz y más a gusto que un arbusto, no haría falta preguntarnos, ya estaríamos nosotrxs dedicándonos a polinizar el primer atisbo de conversación con nuestro empalagoso polen de felicidad extrema. Esa es la cuestión, que no queremos saber como estamos nosotrxs mismxs, no queremos escucharnos decir que no todo va tan bien como deseamos y ni se nos ocurre plantear una respuesta que pueda ofrecer el más mínimo atisbo de necesidad de un poco de calor humano por parte de quien pregunta.

Y lo malo de todo esto es que seguiremos banalizando hasta el extremo, hasta que llegue el día en que tengamos algo que contar y nadie quiera escucharnos ya. Así que qué diablos! no se como estáis vosotrxs, pero yo últimamente no se si bien, mal o regular, lo que si que se es que estar, lo que es estar, estoy bastante triste…