Parecía que el invierno se resistía en llegar de verdad, si, negras nubes cubrían los cielos y empezaba a hacer temperaturas casi tan frías como nuestros corazones, pero, a pesar de ello, faltaba ese puntito que termina certificando que necesitas esconderte en tu pequeña caverna y esperar a que las flores comiencen a crecer entre la hierba para volver a asomar la cabeza al mundo exterior.
Y la cuestión es que el jodío, cuando llega, llega tan duro y pesado que se vuelve insoportable, y las nubes más que un telón gris para tu triste obra de teatro, se convierten en una losa enorme sobre tu ya de por si enfangada cabeza, y el frío, lejos de limitarse a ponerte roja la punta de la nariz, termina por helarte los huesos y el alma.
Así que, sorprendido a pesar de acostumbrado, sólo te queda pedir un pequeño descanso, un breve tiempo muerto, aunque sea para ponerte una buena chaqueta mientras escampa...
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