Por norma general, las personas tendemos a recordar fechas que creemos deben ser señaladas, los cumpleaños, el día que se empieza a salir con alguien, el día de la pérdida de alguien querido, etc. pero muchas veces, imagino que también por la incertidumbre de los momentos, no recordamos otras fechas que probablemente son tanto o más importantes que las anteriores.
Y digo esto, porque por norma general, nunca recordamos la fecha en la que conocimos a la gente que queremos. Es cierto, podemos celebrar el aniversario de aquella borrachera tan divertida, saber con exactitud día y hora en que X tropezó y se abrió la cabeza en aquel día de fiesta, o mil y una anécdotas con total una precisión milimétrica, pero difícilmente tendemos a recordar aquel primer momento, aquella primera impresión, tantas veces equivocada.
Pero la cuestión es que por una vez, y sin que sirva de precedente, no he podido evitar recordar que ayer se cumplían seis meses desde aquella noche de otoño, de cánticos, amistad y etílicas diversiones, en la que por primera vez pude encontrarme con tus miradas, en la que según pasaban las horas sentía que me embriagaban mucho más tus sonrisas que el alcohol, seis meses desde aquella noche en la que ya sin conocerte me antojé de ti, seis meses desde la noche en que me dí cuenta de que, fuera de toda lógica y razón, iba a desear poder observarte siempre con esos mismos ojos ansiosos de descubrirte cada día como si de la primera vez se tratase.
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