Noche de hogueras, de brujas, de tradiciones milenarias, pero ante todo noche de magia.
Siempre, desde niño, la noche del 23 de junio me ha parecido algo fascinante, una liberación en forma de fuego y llamas para quemar todo aquello que a uno le lastra y que las ataduras emocionales se conviertan en cenizas y se las lleve el viento.
Es una noche que invita a soñar, a reinventarse, a volver a construir presentes y futuros, una noche para hacer un paréntesis entre el ayer y el mañana, y dedicarse durante unas horas a disfrutar plenamente del ahora.
Son noches, noches de magia…
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