Pues no, no me importa. No me importa que la gente piense que soy un quejita o que hay quien tiene más razones para protestar o quien está mucho peor y no dice nada, no, no me importa. Y no me importa, porque este es mi pequeño rincón, y muchas veces un pequeño grito de desahogo en él es mucho más útil que dar mil y una voces en el mundo de fuera, ese que se supone que es el real.
Y que a qué viene todo esto? pues viene a que mientras el resto de la humanidad parece sufrir los estragos de la crisis de los 30, los 40 o los 50, me temo que yo voy a vivir mi particular crisis de los 32. Y no, no es por el número, que a mí cumplir años me la trae más bien al pairo, me parece un día digno de celebración y en el que echando un ojo hacia atrás terminas sintiéndote feliz siempre que hayas seguido sumando kilómetros a tu camino.
No, no es el número, es el peso del último año. Es la sensación de estancamiento total y absoluto en la que me suelo encontrar y a la que veo difícil salida. La cuestión es que en muchos aspectos de mi vida no avanzo y no termino de ver un camino que me agrade lo más mínimo. Si, ya se que si de seguir adelante se trata, siempre hay algún camino que elegir, pero si algo he aprendido en esta vida, es que cada uno es dueño de sus errores y sus aciertos, y se que no acertaría en el camino a mi felicidad tomando decisiones que me sacasen de un pozo para llevarme a otro, mi charca es mía y ya la conozco, si arriesgo, que sea para ganar.
Lo triste es que ahora mismo ni avanzo, ni retrocedo, ni veo caminos posibles que me dirijan a mis anhelos, así que estancado, aunque siempre con un punto optimista, espero la entrada en esos 32 con la esperanza de que en breve, alguna luz se abra paso entre las sombras…