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viernes, 20 de diciembre de 2013

¿Fuera de servicio?

Ya se que son muchos días sin daros esa tan adorada tabarra pero la verdad es que ciertos acontecimientos entre los que destaca la lamentable pérdida de mi puesto de trabajo (y digo lamentable porque mi ex empresa es lo que es, lamentable) me tienen alejado de este maravilloso mundo que es "el internés" así que, mientras veo como me organizo, si escribo con pluma y papel y os lo mando por tamtam, txalaparta o psicosomáticamente, seré parco en palabras y entradas, muy a mi pesar. Por si a caso... felices fiestas! 



jueves, 5 de diciembre de 2013

Necesitando mis vacaciones...

Es cierto que yo tengo mi propia interpretación personal de lo que debería ser tomarse un descanso, que no he sido nunca muy bueno en eso de estar 15 días tirado en el sofá levantándome una vez pasado el mediodía y que suelo volver de mis vacaciones con tantos kilómetros en las espaldas que parece que llego peor a como he partido, lo se, soy un masoca adicto a mis locuras viajeras, y dudo mucho que alguien encuentre un antídoto a estas alturas. A pesar de todo esto, yo siempre he pensado que lo importante en el tiempo de vacaciones es la desconexión con la cotidianeidad impuesta creando un pequeño espacio de disfrute, cada cual el suyo, sin reglas ni límites, por lo que, en un sofá o en una montaña perdida de los Andes, cualquier cosa vale si es lejos de la gris rutina laboral.

La verdad es que, este año, por cuestiones diversas, y a pesar de las mil maravillosas escapadas que he podido hacer, me han faltado los días de vuelo, la desconexión habitual de semanas para mirar nuevos caminos con ojos de niño, y eso me pesa.


No se si las quiero o si las necesito, pero son mis vacaciones. Son mi espacio de desconexión, relax, locura, ensoñación, utopía. Son mi tiempo para mirar el mundo como a mi me da la gana, para escribir con menos teclas y más tinta, para cargar la mochila de sueños y la cartera de pesos, y aparcar los tupper y los euros por un rato. Son mi tiempo para salir corriendo a miles de kilómetros sin parar de echar en falta mi casa, son buenas, malas, regulares, pero son mías, y las necesito, prontito…

jueves, 28 de noviembre de 2013

Mafaldeando...


miércoles, 20 de noviembre de 2013

Rebañando momentos

A veces uno, tal vez porque se le acumulan esas estupideces dictadas por la sociedad y que damos a llamar preocupaciones cotidianas, termina por perder la perspectiva y enfoca su existencia a disfrutar de los cuatro ratos libres que sus obligaciones le dejan.

Vivir cinco días a la semana en un eterno lunes matando porque llegue el último suspiro del viernes, para pasar el fin de semana lamentando que, en breve, llega el lunes. Tan triste como instalado en nuestras mentes que termina convirtiéndose en un mantra que repetimos una y otra vez, que la semana es muy larga y que lo bueno dura muy poco, y que, cómo no, qué le vamos a hacer…

Yo, a pesar de mi  mismo, a veces también caigo en la vorágine y pierdo totalmente la perspectiva, también tengo días en los que me levanto, me ducho y se me olvida la sonrisa en el lavabo. Se me hace inevitable en ocasiones sentir que los días se hacen interminables y me enfundo mis ojos de adulto, le hago vudú a Peter Pan y me dedico a rebañar las sobras del día envuelto en el gris estrés que nos impone la vida moderna.

Rebañadores de momentos, en eso terminamos convertidos, en autómatas teledirigidos 40 horas a la semana que sólo pueden untar el dedo en el tarro del fin del día para chupar unos minutos de televisión antes de irse a la cama para después volver a empezar. Caminamos como zombies en busca del fin de semana para dedicarnos a llorar por lo poco que dura el helado en vez de disfrutar cada uno de los lametones, sin rumbo ni horizontes, caminando en círculos de nuevo hacia la cadena de producción.


Pues lo siento mucho, pero conmigo no cuenten, yo me bajo en esta parada, me aireo y me empacho sin prisas, y luego ya, si eso, vuelvo…

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Me fui...


jueves, 7 de noviembre de 2013

Carcajadas payasiles

Nariz roja, ropas de colores, zapatones y una cantidad ingente de tontería mental, esos han sido durante años los ingredientes de nuestra fórmula mágica para hacer frente al día a día sin que nos falte la sonrisa ni el gris termine por oscurecer nuestros ojos de niños grandes.

Lo cierto es que, echando un ojo en ese pequeño rinconcito que creamos los 2 inseparables payasos viajeros, y a pesar de que la cuenta atrás hacia el último destino lleva más de 500 días pasada de vueltas, no puedo sino soltar una gran carcajada y quedarme totalmente perplejo ante nuestra capacidad idiotizante e idiotizadora.

La verdad es que no sabemos, ni nosotros ni nadie, si la vida nos pondrá en bandeja el poder volver a cruzar charcos juntos con las mochilas repletas y los bolsillos vacíos o si tendremos que montar un circo local para dar rienda suelta a nuestras payasadas pero, en el fondo, la longitud del camino es lo de menos.


Viajar, soñar despiertos, ilusionarnos, sonreír… no es más que una actitud ante lo que el camino nos pone por delante, una actitud rebelde ante un mundo repleto de caras largas, una estampida hacia delante, una máquina de imborrables recuerdos sobre situaciones que realmente han merecido la pena ser vividas y, cuya lectura a toro pasado, no puede sino provocar nuevas carcajadas…


lunes, 4 de noviembre de 2013

Mis zapatillas viejas

Lo pienso dos de cada tres veces que las miro, ha llegado la hora de jubilarse. Lo cierto es que parecía que no iban a haber sobrevivido a un incidente tropical hace ya un año y medio, pero, como haría yo, se resisten a dejar de gastarse, a dejar de hacer camino.

Mis zapatillas viejas, cada vez más desgastadas, con su suela demacrada y casi sin las marcas que han quedado en mil caminos, con sus mil cicatrices en forma de rozaduras, con sus tejidos rotos ya incapaces de mantener fuera el agua.

Mis zapatillas viejas, mi carroza real. Mi polvoriento carruaje en los pasos del camino, el necesario ancla a la tierra para un cuerpo que sujeta corazón y ojos de niño, mis compañeras de viaje, de emociones, alegrías, sonrisas.


Mis zapatillas viejas, que se resisten a terminar  en un sucio cubo, que se resisten a un adiós sin despedidas, a un final sin recuerdo, a un último paseo conscientes de que, al igual que nosotros, cuando termine el viaje, seguirán quedando mil y un caminos por andar…

jueves, 24 de octubre de 2013

Días de desconexión...


martes, 22 de octubre de 2013

El silencio de los cascabeles

Los años pasan y, por mucho que el cuerpo casi se eche a temblar con el mero hecho de pensar en ese terrible líquido infernal llamado zurrakapote, debo reconocer que la piel se eriza en esos días previos a San Faustos cuando saco del armario abarkas, camisas, pañuelos y cascabeles.

Son unos días en los que intentar olvidar que tu hígado ya no depura como un veinteañero, en los que bailar canciones que harían vomitar al mismísimo Leonardo Dantés y en los que llegar a casa a la hora de que suene el despertador, pero, sobre todo, son días para disfrutar de la gente con la que te sientes a gusto.


Ahora, dos días después del cese del eterno tintineo de los cascabeles, no hay dolor de pies que tire abajo la sonrisa al recordar todos los reencuentros, todos los brindis, las risas, los besos, los abrazos, las canciones, las payasadas. Ahora, dos días después, sólo puedo desear que, dentro de un año, los cascabeles sigan acompañando nuestras eternas noches en Basauri....

miércoles, 16 de octubre de 2013

Así soy yo, sin accesorios

Siempre me ha parecido un gran despropósito, aunque en ocasiones hasta yo haya caído en ello, el presentarse empezando por el trabajo que uno desempeña, hola, mi nombre es Pepito y soy panadero, menuda desfachatez.

Desde que tengo conocimiento he pensado en el trabajo (en genérico, no sólo en el remunerado) como algo necesario para la supervivencia, y en algunas facetas, incluso para el desarrollo personal, pero de ahí a poder afirmar que tu labor profesional define no sólo qué sino quién eres existe un gran abismo.

Dentro de dos semanas, tal vez, se cumplan 6 años desde que entré a trabajar en mi empresa. Hago lo que hago porque es mi elección, son las capacidades profesionales que he decidido desarrollar y con las que entiendo que aporto un beneficio a la empresa que corresponda dentro del círculo vicioso del capitalismo sin la necesidad de oprimir ni exprimir a nadie sino, dentro de lo que cabe, velando por la gente. Más allá de ello, lo hago para comer, punto. No me une a mi empresa ningún vínculo más allá del afecto que pueda tener a algún que otro compañero, no les debo nada, no comparto sus valores ni su modelo de negocio ni mucho menos de sociedad, y no tengo ni el más mínimo orgullo de pertenencia a la compañía, del mismo modo que la compañía no se siente orgullosa de mí, ni comparte mis valores o convicciones, es tan sólo una transacción comercial, sin amor.


Hola, soy Txino, y no, no soy técnico en prevención de riesgos de la compañía X, soy una persona a la que le encanta mirar la vida con ojos de niño, emocionarse, vibrar, soy un soñador de ojos abiertos, un viajero de la vida, amigo de mis amigos y una persona a la que se le caen los latidos por el camino cuando piensa en la sonrisa que le acompaña todas las noches en la cama, y, a partir de aquí, lo demás, lo demás son accesorios…