Puede parecer una contradicción, pero existen, a miles, cada vez que callamos lo que queremos expresar y nos lo guardamos para nosotrxs mismxs pensando, erróneamente, que es mejor callar si lo que vas a decir no es más bello que el silencio.
Son palabras mudas las que nos guardamos cuando hablamos con esa persona tan especial y nos mordemos la lengua por miedo al rechazo, por aparentar dureza o simplemente por despecho, son mudos muchos tequieros no pronunciados, y también muchos teodios.
Son palabras mudas las que se escriben en la noche, en la soledad de tu habitación, desgarrando el papel con cada palabra, cada pensamiento y cada sentimiento plasmado en cartas que nunca llegarán a su destino, palabras que no viajarán más allá de la papelera, tratando de recuperar momentos, amistades, amores y sueños, y que no resonarán más que en la cabeza del solitario escritor.
Son palabras que existen, que han existido y existirán, pero son mudas porque no permitimos que nadie las escuche, porque las escribimos y las pensamos, las sentimos y las soñamos sintiendo que, con resonar en nuestro interior, provocaran un eco que haga que se conviertan en realidad, eco que, evidentemente, nunca llega a producirse.
Mikel, quien si no, llamó a su blog la palabra muda, imagino en referencia a todo aquello que muere en el silencio porque no queremos plasmarlo públicamente, y en cambio, nosotrxs, somos de los que deseamos un minuto sí y otro también que nuestras palabras se oigan como desgarradores gritos de libertad.
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