Cada lugar, pueblo, región, tiene sus cosas peculiares, aquellas que hacen que sus habitantes sean diferentes de los del resto de los sitios. Siempre, desde txikis, lxs de Basauri hemos criticado que lxs de Galdakao crucen por el medio de la carretera sin mirar, con calma y que se paren hasta los autobuses por el mero hecho de que a ti te apetezca cruzar por donde te salga de los hu…s y al ritmo al que te salga de los hu…s, eso, es lo que siempre se ha conocido como una galdacanada.
Pues en Bulbabia, nuestra casa e imperio, también tenemos nuestras propias bulbabiadas, esas cosas habituales pero totalmente peculiares que nos hacen ser diferentes. Si hay un hecho diferencial en Bulbabia es nuestra torpeza, platos, vasos, jarrones, sillas, cafeteras, botellas… no hay nada que se nos resista, lo rompemos absolutamente todo! Si no se rompe algo todas las semanas es como si no hubiera habido alguien en casa.
Por otro lado está el hecho de que vivamos en la inopia, así que no es raro que alguien meta el café a calentar a la lavadora, encontrarse a alguien echando mermelada a unas salchichas, coger el peine para cortar el pan o que aparezca el mando de la xbox en el congelador, si, así es bulbabia, pero es más grave cuando se combinan la torpeza y la estulticia, y, por ejemplo, se queman las cafeteras italianas por ponerlas al fuego llenas de café pero sin agua.
Semos curiosos, semos peculiares, semos bulbabos, de esa casa en la que se saluda a la gente gritando ¡pene!, allí donde al eructar en vez de salud se dice ogro! y al toser, en vez de jesús, se dice troll.
Bulbabiadas que nos hacen ser nosotros, sin máscaras ni disfraces, simple y llanamente nosotros.
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