Las ideas, los sueños, la vida...

Los sueños, siempre los sueños, ellos que siempre vuelan tan alto que parece que no se pueden alcanzar nunca, intentando enseñarnos a saltar, quien sabe si a volar, pero solamente si sabemos ir detrás suyo, y no los dejamos escapar pensando que están tan alto que ya son inalcanzables.

Las ideas, muchas grandes, locas, ingeniosas, otras muchas pequeñas, cotidianas, casi insignificantes, todas metidas a presión en la cabecita para salir a borbotones cuando menos te lo esperas, algunas realizables, otras utópicas, todas únicas e inigualables.

Y la vida, a veces apasionante, trepidante, incierta, otras relajada, tranquila, dejando pasar a cámara lenta los episodios que carecen de valor. La vida sí, esa vida que se debe convertir en locura consiguiendo que en ella, las ideas lleven a la consecución de los sueños. Esa vida en la que romperse mil y una veces los corazones para volver a coserlos, en la que tropezarse una y mil veces en las distintas piedras de los mismos caminos, esa vida que ya de por sí es un sueño que no tenemos idea el valor que tiene.
La vida sí, la vida que sólo sirve para algo si se vive soñándola, ideándola y reinventándola, esa vida que es más sueño que idea, y en la que ahora mismo no hay lugar más que para las locuras de un soñador idealista.