Calores

Sin término medio, de un oscuro noviembre a un caluroso julio en cuestión de horas, sin avisar, y con mala leche. Así llega el verano a estas tierras, de un día para otro convirtiendo nuestras vidas en un pegajoso infierno de calor, sudores y sol que termina justo a la hora de salir de trabajar, en la que negros nubarrones lanzan sobre la ciudad incontrolables aguaceros que impiden que quien ha estado encerrado en su jaula laboral disfrute ni del más mínimo resquicio de un rayo de sol.

Dirán ustedes que es por quejarse, que si llueve porque llueve, que si hace calor porque hace calor, pero hay que reconocer que el clima de este pequeño país está loco, y eso hace que la locura, en mayor o menor medida, nos invada a cada unx de nosotrxs.

Y es que llega el calor, y con él se derriten las neuronas, la cabeza no funciona y el corazón despierta súbitamente de su terrible letargo latiendo a mil por hora. Y así andamos por la vida, en unos días de total despiste, sin saber ni por donde nos da el aire, y descubriendo sentimientos enterrados bajo una enorme capa de hielo que, de repente, afloran todos de golpe con la ola de calor…