Fue un verano increíble, imborrable, de esos cargados de imágenes y anécdotas de las que te hacen esbozar una sonrisa incluso en los momentos más amargos, y yo, amigo de la pluma, melancólico y soñador de nacimiento, tomé la decisión, sin convicción alguna, de comenzar a narrar nuestros devenires, historias, noches y andanzas por este lugar tan lúgubre que es el mundo en que vivimos.
Y de eso hace ya 4 años, y parece casi fue ayer, y este casi diario ha ido siendo testigo de noches tan grandiosas como las que inspiraron su creación.
Cierto es, que ha sido testigo de noches oscuras, de soledad y tristeza, normalmente las menos, noches de punzadas al corazón, de heridas abiertas y cicatrices mal cerradas.
Pero también es cierto que ha sido testigo de noches y días de amistad desbocada, de canciones sonando hasta el amanecer, de locuras de borrachos materializadas en sueños imposibles. Ha sido testigo de caminos increíbles, de zapatos desgastados en parajes de ensueño, de carreteras, aviones y charcos, de sueños, postsueños y resueños, siempre de la mano de las personas increíbles que acompañan mis viajes.
Ha sido testigo, a veces, de desamores, de indiferencias, de sentimientos de vacío y mil divagaciones varias, y, últimamente, ha sido testigo de algún que otro latido, y de cómo miradas, besos y pieles hacen que la noche vaya perdiendo la oscuridad que la envolvía.
Y ha sido testigo, como no, de mi caminar, de mis locuras, sueños, utopías y revoluciones, de las piedras del camino y de cómo la vida siempre me tiende una mano en forma de vuestras sonrisas, ha sido testigo casi de cada momento digno de ser rememorado, y espero que, si la vida y las teclas no dicen lo contrario, este pequeño rincón siga cumpliendo entradas, años y visitas, ya que, sin vosotrxs, tan sólo sería testigo de historias sin ojos que las lean.
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