Por mucho que cambie el año, el lunes sigue siendo en esencia lo mismo que ha sido siempre, un cúmulo de bostezos, ojeras, pocas ganas de hacer lo que debes y muchas de dejar de hacerlo para dedicarte a otras tareas.
Ganas, sobre todo, de dedicarte a vivir un poco, a sabiendas que los días y los años pasan y cada mañana te cuesta más abandonar las sábanas si no son las tuyas, que cada día te duele más no poder robarle otro beso a la noche, otra caricia, otra mirada infinita.
Ganas, de llenar cada día de sueños y caminos imposibles que dejen destinos imborrables en la mochila del increíble viaje de la vida, de no perdonar bocados, de sentir ausencias y esencias en cada latido.
Ganas de que año nuevo, día nuevo o nuevo amanecer, mi sonrisa siga siendo la de siempre, y de poder mirar, al mundo si no huye, y a ti cada vez que me regales tu presencia, con la mirada del niño que descubre el inmenso cielo estrellado ante sus ojos.
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