A todos, más tarde o más temprano, nos llegan al mail esos mensajes nostálgicos en los que se cuenta que nuestra generación es la última en haber vivido en una sociedad, digámoslo así, real.
Si bien es cierto que se puede decir que nuestra generación cierra un ciclo, este es sin lugar a dudas el de la prosperidad. Nacimos y crecimos sin que nos faltase de nada, bien es cierto que, por más que lo repitiesen nuestros padres, no teníamos de todo, pero eso nos hizo aprender el valor de las cosas, al igual que aprendimos que cuando tienes un problema, la vida, en vez de darte un respiro, te suele dar una o varias bofetadas (en este caso se solían personificar en la mano del padre o la zapatilla de la madre).
Somos la última generación, digo, que aprendimos a respetar a todos y a todo, y eso nos ayudó a tener una educación mejor, a aprender más y mejor, y a mirar al futuro con una mira más amplia.
Pero en algún momento, el mundo, que es así de puñetero, quiso truncar nuestra pequeña vida en sueño, de repente aprendimos que los estudios superiores no son garantía ni de un buen trabajo, ni mucho menos de una buena educación. Aprendimos que el esfuerzo se paga con sufrimiento y precariedad, y que la ineptitud es gratamente recompensada económicamente. Descubrimos en un abrir y cerrar de ojos que no íbamos a estar casados, con 2 niños y un buen trabajo a los 27 – 28 años, sino que probablemente eso no ocurriría nunca. El sueño capitalista que se nos había vendido desde niños se ha desmoronado por completo, y me temo que en estos momentos, somos la última generación que ha soñado con un futuro (ya ni valoro si mejor o peor).
Si bien es cierto que se puede decir que nuestra generación cierra un ciclo, este es sin lugar a dudas el de la prosperidad. Nacimos y crecimos sin que nos faltase de nada, bien es cierto que, por más que lo repitiesen nuestros padres, no teníamos de todo, pero eso nos hizo aprender el valor de las cosas, al igual que aprendimos que cuando tienes un problema, la vida, en vez de darte un respiro, te suele dar una o varias bofetadas (en este caso se solían personificar en la mano del padre o la zapatilla de la madre).
Somos la última generación, digo, que aprendimos a respetar a todos y a todo, y eso nos ayudó a tener una educación mejor, a aprender más y mejor, y a mirar al futuro con una mira más amplia.
Pero en algún momento, el mundo, que es así de puñetero, quiso truncar nuestra pequeña vida en sueño, de repente aprendimos que los estudios superiores no son garantía ni de un buen trabajo, ni mucho menos de una buena educación. Aprendimos que el esfuerzo se paga con sufrimiento y precariedad, y que la ineptitud es gratamente recompensada económicamente. Descubrimos en un abrir y cerrar de ojos que no íbamos a estar casados, con 2 niños y un buen trabajo a los 27 – 28 años, sino que probablemente eso no ocurriría nunca. El sueño capitalista que se nos había vendido desde niños se ha desmoronado por completo, y me temo que en estos momentos, somos la última generación que ha soñado con un futuro (ya ni valoro si mejor o peor).
En esos maravillosos mails que comentaba al principio siempre se habla de la nocilla, del equipo A, de que hemos sido los primeros y los últimos en muchas cosas, desde los primeros en usar video consolas hasta los últimos en ver televisión en blanco y negro y con dos canales.
En estas pequeñas historias nunca se mencionan las otras cosas que hemos hecho por primera y última vez, porque nosotros, nuestra generación, hemos sido:
- Los primeros en conocer contratos de semanas e incluso días, y los últimos en saber de la existencia de los contratos fijos.
- Los primeros en conocer las ETT, la precariedad, en trabajar para telepizza y burger king, y los últimos en conocer las grandes empresas, los astilleros, los altos hornos…
- Los últimos en ver viviendas pagadas y pagables, con un pequeño esfuerzo y mucha ilusión, y los primeros en quedarnos en casa hasta los 35, los primeros en ver como un piso de segunda mano cuesta 50 o 60 millones de las antiguas pesetas, en definitiva, los primeros en descubrir las hipotecas a 30, 40, 50 años…
- Los últimos en ver como los universitarios eran gente respetada, con una buena educación y empleos dignos con proyección de futuro, y los primeros en sufrir la mayor de las precariedades por el mero hecho de ser trabajadores capacitados, los primeros en renegar de nuestros estudios para trabajar en fábricas y obras para poder sobrevivir.
- Los últimos para los que un extranjero era fuente de curiosidad y admiración, y los primeros en despreciar a musulmanes, sudamericanos y subsaharianos por el mero hecho de buscar una vida mejor…..
A pesar de lo que pueda parecer, no es un análisis para la desesperanza, sino para todo lo contrario, el hecho de que hayamos conocido lo bueno y lo malo es lo que nos hace fuertes, porque aprendimos a soñar con un mundo mejor, y ese es el sueño que impulsa los instintos revolucionarios, si no queremos dejar morir el sueño de una sociedad más justa e igualitaria, es hora de volver a organizarse, de volver a vivir, de volver a luchar.
Recordad, si no actuas contra la realidad, tan sólo vivirás de tus sueños.
0 comentarios:
Publicar un comentario