Es esa sensación de no querer moverte de la cama, de desear que se estropeen las pilas de esa horrenda máquina del infierno a la que llamas despertador y poder seguir bajo las mantas hasta que el sol te saque de tu refugio con unas cuantas horas de ventaja.
Es esa sensación de no querer ni llegar a la parada del autobús, de sentir frío hasta en los huesos a pesar de que la temperatura sea realmente plácida para la época del año en la que te encuentras, de apoyarte en el asiento deseando que el viaje dure unas cuantas horas en vez de unos pocos minutos.
Es esa sensación de que la semana se va a volver eterna aunque seguro que no lo sea, de que se te cierran los párpados delante del teclado, de que los minutos no pasan y de que la lluvia que golpea tu ventana casi casi empaña tu somnolienta mirada.
Es esa sensación, de querer cerrar los ojos, y que una vuelvan a estar abiertos, sean los tuyos los que me estén mirando…
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