De un lado a otro, con la cabeza en mil sitios y el corazón en uno sólo, pero volando, alborotado de repente, con la sensación de que tengo más cosas que hacer que días para hacerlas, y de que llega el momento de los cambios y me coge totalmente fuera de juego.
Y me coge fuera de juego porque no he querido prisas, porque no he sentido la necesidad de presionarme y, para que engañarnos, me siento despreocupado y mucho más relajado ante lo que viene que si hubiera pasado las últimas semanas pensando en lo que me va a venir encima. No hay prisas, ni agobios, ni angustias, es lo que tiene que ser, y seguro que es para bien, así que no merece la pena preocuparse.
Así que nada, continuaremos volando, de beso en beso, de caricia en caricia y de mirada en mirada, y ahora también, de nido en nido, esperando que el que llega, no termine por convertirse en una jaula…
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