Se que les va a parecer increíble, incluso habrá quien piense que todo lo que digo es mentira y que me invento más cosas que Peter Jackson en el Hobbit, pero lo quieran creer o no es tan real como la vida misma, acabo de pasar 4 días sin Internet, y he sobrevivido!
La verdad es que las primeras horas uno lo pasa mal, empiezan los sudores fríos, luego vienen los temblores, las fiebres, los vómitos… pero pasado un rato, tan normal oiga!
Y es que vivimos (yo el primero) en una sociedad con una hiperdependencia tecnológica, y al final uno tiene la impresión de que si se deja el móvil en casa seguro que cuando vuelva va a tener las 10 llamadas que no ha tenido en todo el año, y de que si no abre feisbuk seguro que ese día era el predestinado para reencontrase con toñín, ese gran amigo perdido de la infancia.
He de reconocer que normalmente, los mayores periodos que paso incomunicado suelen coincidir con mis amadas vacaciones. Resulta curioso que cuando más desconecto de las redes es cuando más las necesito para comunicarme mínimamente con el exterior, pero es que estoy convencido de que, si fuera por el mundo con mi tablet, estaría más pendiente de contarle al mundo lo que veo que de ver el mundo.
Créanme, pruébenlo, no es para tanto. Vivir unos días desconectado es vivir en paz, es vivir sin necesidades creadas ficticiamente, es despertarse, ver el sol con la ventana y decidir marcharte a pasear con tu pareja por la orilla de la playa. Es darse todo el tiempo del mundo para cocinar lo que a uno le apetece, es disfrutar de una buena cerveza que te ha regalado un buen amigo, es ver una película en el cine en vez de en tu televisor, es, en definitiva, dedicarle un poco de tiempo a los pequeños placeres de la vida, que tan abandonados tenemos.
No mentiré, el día después llegarán los buzones de mail rebosantes, el feisbuk más rojo que nunca y, como no, el momento en el que te das cuenta de que, por muy desconectado que hayas estado, no ha pasado absolutamente nada que no hubiera tenido que pasar…
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