Cuando uno tiene 18 o 20 años todo el mundo es viejo y cada momento hay que tragárselo sin masticar, no vaya a ser que por pararse uno a saborearlo deje algo sin comer. Luego entre los 20 y los 30 se empieza con la cantinela esa de que hay viejos de 20 y jóvenes de 40, y evidentemente son jóvenes de 40 aquellos que con esa edad siguen haciendo lo que a nosotros nos parece que hacen los jóvenes.
Pero de repente llega un momento, cuando uno entra en la treintena y su cuerpo le empieza a recordar que no es un adolescente que todo lo aguanta, en el que de verdad te tomas tu tiempo para intentar ver con perspectiva las denominadas “cuestiones” de la edad.
Yo soy de esas personas a las que, aunque no le guste, no le cuesta reconocerlo, ya no soy joven. Y no soy joven por cuestiones tanto biológicas como de definición, sin tener nada que ver con la capacidad de mi hígado para neutralizar chupitos de tequila o de mi cuerpo en general para estar dos días sin dormir.
No soy joven, sin más, ya lo he sido, y me ha encantado. Ya he tenido mi tiempo de aprendizaje sobre la vida, sobre donde ir y sobre como caer y levantarse, y ahora estoy en la época en la que me toca disfrutar de lo aprendido y amortizar tanta tirita.
Que nadie se equivoque, esto no significa para nada que no queden noches interminables en las que la música. la luna, el humo y el alcohol me lleven a mañanas de mantita e ibuprofeno, lo que esto significa es que con el segundo trago seré consciente del por qué de lo que vendrá detrás, y estaré encantado de asumir sus consecuencias.
Son cosas de la edad, aprender a apreciar cada cosa en su justa medida sin despreciar las que hacías antes por el mero hecho de que fueran fruto de la inexperiencia: ni lo joven es inconsciente ni lo maduro serio, todo consiste en encontrar equilibrios. No creo que tomarse un kalimotxo ya no me pegue ni que leer a Bucay con un buen Oporto me convierta en un señor, simplemente he aprendido que cada cosa tiene su momento y que si sabes apreciarlas, la edad es lo de menos.
Así que al final, no es que me haga viejo, ni que deje de ser joven, sino que termino por darme cuenta de que hay que adaptarse a cada momento para saber sacarle todo su jugo, sin prisas, y sin pausas…
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