A penas 48 horas, dos días de nada, son más que suficiente para desconectar de lo cotidiano y olvidar las ideas que como buitres al acecho dan vueltas alrededor de tu cabeza. 48 horas, son suficientes para volver a soñar y empezar a trabajar mil y una revoluciones, 48 horas son suficientes para despertar y comenzar a levantarte, son suficientes incluso para darte cuenta de que estás un poco oxidado, pero que en cuestión de minutos nuevas ideas vuelven a fluir a borbotones.
48 horas son suficientes para regalar un millón de risas, son suficientes para abrazar, charlar y compartir con aquellos que quieres en la distancia, son suficientes para volver a echarlos de menos una vez que te marchas de allí, y son suficientes para darte cuenta de que no es tan difícil sacar, de vez en cuando, 48 horas, para volver a estar con ellxs.
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