BLOGGER TEMPLATES - TWITTER BACKGROUNDS »

martes, 30 de septiembre de 2008

Tirando de pluma...

Era la última noche del verano, el estaba embriagado por el alcohol y con el corazón, una vez más, hecho añicos, cuando ella, volvió a presentarse, después de tanto tiempo.

Toc toc!!!
- Si? Quien es?
- Soy yo, había pensado en hacerte una visita, llevo mucho tiempo sin verte.
- Es cierto, hace bastante que no nos vemos, pero siendo sincero, no me apetece estar contigo.
- ¿Cómo puedes decir eso? Hemos compartido miles de noches en vela, muchos paseos por la orilla del mar…
- Lo se, pero no quiero verte, ahora estoy bien como estoy, no creo que sea el mejor momento para que vengas a molestarme.
- ¿Me vas a rechazar a mi? ¿A mi que conozco lo más profundo de tu alma y tus adentros? ¿A mi que he compartido contigo todos tus malos momentos? ¿A mi que siempre he estado ahí cuando me has necesitado y…
- Y cuando no también! Por eso no quiero verte, sólo vienes a mí para recordarme lo poco que soy, para atormentar mi cabeza con estúpidos sentimientos de dolor y miedo. Vete! Ahora no quiero verte!
- Me temo que no tienes opción, yo vendré a verte cuando quiera, no puedes negarte, no es tu elección…
- Me temo que si, ahora soy yo quien elijo cómo me siento y cuando me siento así, soy yo quien tengo las riendas, si no te vas, no me quedará más remedio que ignorarte.
- ¿Crees en serio que es así de fácil?
- Adios!
- Eh tu!

Clonk!

Cerró la puerta de un portazo, no quiso mirar atrás, el sabía perfectamente que ella, la soledad, seguiría allí esperándole hasta que la necesitase.

1 comentarios:

Mikel dijo...

La soledad, es así la mejor de los amantes cuando no la quieres.
La peor de los enemigos cuando la expulsas, de tu lado.
Ella espera tu eres tu presa, lo sé, espera como una depredadora para atacarte de nuevo.
Para crearte nuevas heridas, o lo que es peor, para abrirte viejas heridas.
Pero esto es la vida, querido compañero y creo que porque se lo que sientes puedo comprenderte.
Así que ya sabes que me tienes para apuntalar tu puerta, para acolcharla y cerrarla cada vez que esa dulce y odiada enemiga quiera volver a visitarte.