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martes, 18 de noviembre de 2008

Banda sonora

El hombre nace, crece, hace buena música, y muere. Claro resumen de la filosofía rasta jamaicana que me viene a la mente. Ultimamente me estoy dando cuenta de que son muchísimas las facetas que van a yudando a formar la personalidad de cada uno de nosotros en esa etapa de maduración que va desde la pre hasta la post adolescencia. Te influyen tus padres, tus amigos, tus profesores, tus novias, las chicas que te rechazan, te influye la televisión, te influye la prensa...y, entre otras cosas, te influye la música.
LLevo ya unas semanas en las que poco a poco voy redescubriendo los grupos y las canciones que a lo largo de esa etapa de los 14 a los 20 años (gutxi gora behera) marcaron mis pautas de comportamiento, y me fueron guiando por el duro caminar de la vida, acompañando los buenos y malos momentos.
Tengo la suerte de haber pertenecido a ese sector de juventud rebelde sin causa ni conocimiento, que pasaba las horas muertas en casa de un colega escuchando AC/DC acompañado de una birra o unos litros de kalimotxo y echándose un piti a escondidas, esa generación que se hizo grande escuchando gun´s and roses, motorhead o deff leppard en los momentos en los que quería vivir a todo trapo y en los que no existía la responsabilidad ni las preocupaciones, y tan sólo nos invadía un enorme ansia de libertad.
Soy parte de la generación que alimentaba sus tendencias suicidas y depresivas escuchando eskorbuto o RIP en los momentos en los que las cosas no iban como debían, y esa generación también que aprendió lo que era la lucha a ritmo de la polla records, reincidentes, las vulpes o distorsión. En nuestro mundo queda haber coreado canciones de vómito (mamá le ha cortado la cabeza a papá!!) o MCD y haber provocado las broncas y algún guantazo por parte de nuestros viejos por mal hablabos.
Yo soy de los que conocí el estimulante mundo de la marihuana al ritmo de Ke no falte, Ke rule y Potato, y de los que se sumergió en un mundo de ácido al son de The Doors.
Y transversalmente a todos los momentos siempre estaba él, el grande entre los grandes, compañero en malos momentos, subidón para los buenos, incitador de las más grandes luchas y de las mejores y más bellas canciones, por qué no, de amor. No es otro que el gran Bob Marley, un genio que nos dejó prematuramente para que fuésemos nosotros mismos quienes pusiéramos música y letra a la canción de nuestra vida. Yo, si algo aprendí de sus canciones, es a improvisar en la vida, a salir de las situaciones más complicadas de las formas más simples, o más ridículas, simplemente siendo yo en todo momento, simplemente dejándome llevar, just jamming, simplemente improvisando...




PD. ya se que últimamente estoy echando la mirada atrás más de lo que debo pero es que antes de avanzar me gusta observar lo recorrido y ver donde estaba la mierda, para no volver a pisarla...

1 comentarios:

Mikel dijo...

Eso siempre ha sido tu fuerte y quizás nuestra desgracia.
Siempre hemos amado improvisar y salirnos del camino.
Pegarnos mil y una ostia, llenarnos de barro y hacernos unas cuantas cicatrices....pero no nacimos para seguir nada marcado.
No porque sino no podríamos mirar atrás y descojonarnos de las mil y una gilipolleces que hemos hecho y pensar en las millones que haremos.