Una de las cosas que siempre he tenido claro en esta vida, es que más allá de lo que uno haga, más allá de lo ejemplar o digno que pueda ser su comportamiento para con el resto de la gente, nunca, jamás, se va a librar de pagar por, lo que denominaremos, los errores ajenos.
Es una máxima aplicable a todos los ámbitos de nuestras relaciones, tanto personales como sociales, y no nos queda otra que aceptar que las cosas, por mucho que unx se esfuerce, son así y es muy difícil que vayan a cambiar.
Da lo mismo que seas un ciudadano ejemplar, que nunca hayas actuado fuera de la ley, si vas a tomar un avión te pasarán por infrarrojos, por detectores, te cachearan y si te descuidas incluso puede que te metan un dedo en el culo, y todo porque, hace unos años, a alguien que no tiene nada que ver contigo se le ocurriera estrellas un avión a diez mil kilómetros de tu casa.
No importa que nunca hayas hecho nada malo, que ayudes a ancianitxs a cruzar la calle y que salves animalitos malheridos, serás vigilado por cientos de cámaras por las calles como si fueras un delincuente o un vándalo, nuevamente no por tu seguridad, sino para asegurarse de que tu no eres un malo maloso.
Y en las relaciones personales ya la cosa se tuerce y la bola de nieve se hace eterna, personas que no pueden tomarse un café con amistades porque a sus parejas alguien le puso los cuernos y se mueren de celos, padres que se ceban con algunxs de sus hijxs por lo que hacen lxs otrxs, y así mil y una cosas, cada cual con las suyas, pero siempre pagando justxs por pecadorxs.
Si algo gracioso hay en esto es que quienes cometen los errores nunca pagan por ellos, nadie sabe como, pero siempre son lxs primerxs en llegar, hacen su maldad, y luego tu te comes su mierda bien masticadita, sin pan, ni patatas, ni agua para pasarla. Hay veces incluso, en las que se permite cierta diligencia, llega alguien y comete su maldad, llega la siguiente persona y comete su maldad, y así un determinado número de veces hasta que llegas tú, que siempre llegas tarde a todos lados porque los caminos se te hacen eternos de ir pagando los errores ajenos, y, sin comerlo ni beberlo, te encuentras con un nuevo peaje.
En fin, que así son las cosas y que si las trabas son grandes, la paciencia infinita, y pienso llegar siempre al final de mi camino, tarde lo que tarde, pase lo que pase, y pese a quien pese…
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