Hay ocasiones en las que las cosas que siempre se atragantan fluyen de una manera tan calmada que unx se tiene que preguntar si no será que algún poder sobrenatural le ha guiñado un ojo y le ha ofrecido una tregua, si aunque sea por unas horas algún tipo de hechicera ha logrado que te deshagas de ese mal de ojo que parece marcarte y los dados te regalan una nueva partida sin ojos de serpiente marcando tu derrota.
Porque hechizo, conjuro o varita, lo que tienes claro es que la imposible tarea de encontrar el equilibrio viene siendo, mayormente, cuestión de magia. Es cuestión de magia poder volver a dibujar sonrisas en acordes que antes eran como desgarradores punzones, convertir letras y canciones en nuevos imborrables recuerdos. Es cuestión de magia, que haya latidos y abrazos tan dulces como eternos por muy oscura que sea la noche, por mucho que las luces artificales se empeñen en esconder las estrellas. Es cuestión de magia saber que en ocasiones el sueño más real es el que puedes abrazar al despertar y no el que transcurre mientras tus ojos se cierran. Es cuestión de magia, seguro, no sentir necesidad de preguntas ni respuestas, sino entender que las verdades que en ese momento necesitas se ocultan tras una mirada sincera.
Es cuestión de magia, sin duda, y, ahora que es lunes y el hechizo se diluye entre bostezos y rutinas, pues solo puedo decir... que me quiten lo bailao!
Adoro los abrazos, siempre me han parecido un gesto en el que se puede mostrar desde el cariño más extremo hasta la más vulgar indiferencia. Habrá quien diga que es en un beso donde se vuelca el alma, o que una mirada es el mundo en el que no puede existir más que la verdad y el sentimiento, y, aunque razón no falta en ello, me van a perdonar que siga quedándome con mis abrazos.
Avanzo y avanzo por el camino y abrazo la vida, abrazo mis sueños y siempre que me dejan, abrazo a aquellas personas a las que quiero transmitir mi calor sin necesidad de decir nada, que las palabras se las lleva el viento, pero los sentimientos se quedan por dentro.
Y la cuestión es que a pesar de lo que me gusta abrazar (y ya no digo nada que me abracen), y de que realmente todo el mundo se siente reconfortado por un buen abrazo, siempre he tenido la sensación de que existe una especie de barrera, no se bien si psicológica o social, que nos hace prescindir de increíbles sensaciones.
Por eso, estos últimos días y semanas, colmados de abrazos y buenas sensaciones, están siendo realmente especiales. Abrazos de reencuentro, de los de miles de kilómetros que se estrechan en unos brazos que acercan historias pasadas, presentes y futuras, abrazos apresurados de despedida en una parada de autobús, abrazos con aquella gente que también entiende la importancia de los abrazos, abrazos de amistad fraternal, abrazos con personas en guerra abierta con sus corazoncitos, abrazos de los que detienen el tiempo y el mundo bajo la luz de la noche convirtiéndola en eterna, abrazos, muchos abrazos.
Así que no os cortéis, abrazaos, que nunca jamás os quede un abrazo pendiente…
PD. Este finde, concierto, y abrazos, muchos abrazos…
Cuando la copa de los sueños está vacía y miles de abejas jugando en las tripas me roban las noches. No me dejes solo que ahora soy tan pequeño y cuando despierto de una pesadilla nada cambia todo sigue igual
Abrázame, abrázame... y no me digas nada que esta tristeza no me abandona y este miedo duele más
Abrázame, abrázame... y no me digas nada que esta tristeza no me abandona y este miedo duele más
Abrázame, abrázame...
Como una noche de invierno en Noruega un manto de escarcha, un corazon desnudo, tortura de vida. No me dejes solo que ahora soy tan pequeño y cuando despierto de una pesadilla nada cambia todo sigue igual
Abrázame, abrázame... y no me digas nada que esta tristeza no me abandona y este miedo duele más
Bla bla bla bla, incesante, como un martilleo que trata de destruir tu mente, no uno, ni dos ni tres, tu compañera de enfrente bla bla bla, tu jefa bla bla bla, la de la limpieza con la aspiradora, 4 teléfonos sonando al mismo tiempo, el departamento de al lado bla bla bla, el departamento que está a 15 metros que no tiene control de volumen en la voz y su bla bla bla se convierte en especialmente irritante. 15 personas realizando un cursillo que deciden hacer la pausa del café a 2 metros de ti, no hay duda bla bla bla jajaja riiingggg riiinngggggg
STOP!!!!! Trabajar ni se te pasa por la cabeza porque no es posible ya no ponerse a hacer algo sino que casi casi saber ni donde estás, dudas, intentas sacar una milésima de segundo para que tu mente se concentre, te muerdes el labio porque solo te queda gritar a todo el mundo que se calle o empezar a dar tortas con la mano abierta para ver si alguien dentro del gallinero se da cuenta de que tu mente está tocando las puertas del reino de la locura.
Bla bla bla… bla bla bla… ni el blog, ni una hoja de papel, ni una canción, nada, que no hay manera, tiras las historias una tras otra a la tercera línea porque no hay manera humanamente posible de que puedas dar a tus palabras el sentido que necesitan. Bla bla bla… pero es que esto no parará nunca?????
Aturdido escupes adrenalina por tus dedo y tratas de soñar con que el hecho de soltar la locura en un texto puede acabar con la esquizofrenia en la que se ha convertido tu entorno bla bla bla… riiiinggggg riinnng bla bla…..
Una pistola, sólo quiero una pistola, por favor…
PD. La canción... bueno, la persona para quien va imagino que ya sabe que sólo tiene que saber silbar...
La felicidad es sin lugar a dudas una gran enemiga para las mentes creativas, eso es así como que la gran mayoría de lxs grandes escritores han escrito sus mejores obras en momentos de crisis, bajo los efectos del alcohol, las drogas o cuadros de esquizofrenia galopantes.
Y la cuestión es que algo hay en los momentos de cierta inseguridad y de percepción negativa de la realidad que empuja a que afloren las palabras con una profundidad que nos es imposible alcanzar cuando todo va bien.
Por norma general, y un paso más allá de los pequeños retazos de mi día a día que dejo en este espacio, es la noche, mejor cuanto más oscura y profunda, ese momento que elijo para enfadarme con mi mundo, tirar líneas, palabras y versos sobre el papel y después volver a reconciliarme conmigo mismo antes de irme a dormir. Son momentos en los que puedo aislarme por un momento de mi realidad cotidiana y sacar de su lúgubre escondite los recuerdos, pesares y anhelos que invitan a la pluma a deslizarse sin control sobre un pedazo de papel amarillento.
Pero hay veces, en las que te pongas como te pongas, tu mente no puede encontrar ni una pequeña herida abierta de la que sacar ese dolor creativo, esa fuente de inspiración basada en aquello que te mantiene alerta y despierto. Son esas noches las que se llenan de bolas de papel con medios versos y textos que van directos a la papelera, son esas noches en las que la oscuridad no es suficiente, en las que la pluma sólo quiere disfrutar del momento, por breve e ilusorio que sea…
Muchas veces, resulta que uno se encuentra venga a buscar una cosa y de repente se topa con algo diferente que realmente es lo que mejor le viene en ese momento.
Buscar y buscar, con el simple ánimo de encontrar algo que mantener, y autoconvencernos una vez que encontramos algo de que eso es lo que buscamos, es una de esas verdades inmutables que caracteriza a los seres humanos, y que no es sino otra muestra de nuestra infinita debilidad.
Cuando queremos encontrar algo siempre debe ser blanco o negro, sólo o con leche, no nos podemos permitir el lujo de intuir nuevos matices y colores ya que se encuentran fuera de lo socialmente aceptado e incluso hacemos creer a nuestras mentes y nuestros corazones que no existe nada fuera del camino marcado.
Tal vez, conociéndome como me conozco, esto no sea más que un desvarío de lluvioso domingo de otoño, pero, la verdad, paso de blanco y negro, me apetece verde. Me apetece sentir que se puede encontrar algo y permitirte el lujo de seguir buscando lo que crees que necesitas sin necesidad de soltarlo inmediatamente. Me apetece no tener que estar pendiente de ser la respuesta a la búsqueda de nadie ni que nadie deba estar pendiente de ser la respuesta a la mía, sino simplemente poder encontrarnos y mantenernos mientras seguimos cada cual buscando lo suyo. Me apetece poder seguir a la caza de mi utopía sin tener que privarme por ello de disfrutar de un dulce sueño. Lo dicho, hoy, me apetece verde…
Es viernes y la verdad, más allá del día payasete que tengo no tenía intención de aportar ninguna historia al rinconcillo este, pero de camino al work, ha sonado una canción en el txinauto que me parece no debo pasar sin compartir.
Una canción de esas de cuando aún éramos unos críos, de cuando el concepto revolución sonaba más romántico y menos doloroso de lo que ahora lo hace, de cuando construíamos utopías al son de unos acordes desgarrados, de cuando los amores eran a vida o muerte aunque durasen un amanecer y de cuando la palabra responsabilidad no tenía cabida en el diccionario de nuestras vidas.
En fin, que si a mí me evoca buenos recuerdos, puede que con vosotrxs haga lo mismo, disfrutad del fin de semana. xD
Lo mismo que existe un kit de emergencia en caso de evacuación en los aviones o un kit de primeros auxilios, hay días en los que deberíamos tener a mano un kit de emergencia para días de sopor.
Y es que hay días en los que por mucho que uno se pinte la sonrisa al levantarse de la cama y se disponga a fundir sus energías hasta la última chispa, los elementos se alían en una especie de contubernio judeomasónico para conseguir por todos los medios que los segundos se estiren hasta límites insospechados. Son esos días en los que incluso el aire parece más espeso, las nubes aunque lejanas pesan sobre tu cabeza y no puedes evitar pensar una y otra vez que, independientemente de lo que estés haciendo, hay un millón de sitios mejores en los que podrías estar.
La cuestión es que en estos días, incluso a la cabeza le cuesta arrancarse a volar, es como si las ideas tuvieran enormes cadenas y la imaginación tuviera las alas mojadas, ni tan siquiera una buena canción te hace escapar de la pequeña jaula que por tiempo corto aunque eterno te has construido.
Así que yo creo que cada cual debería tener preparado para estos momentos su pequeño kit de emergencia en caso de sopor, cada cual con sus peculiaridades, llenándolo de los recuerdos e imágenes que le hagan despegar la mente para que si las horas deben pasar lentamente, al menos los segundos no caigan como losas en un pozo sin fondo. Por eso creo que voy a ir llenando mi cajita, teniendo cuidado de poner en ella un buen puñado de sueños, de caminos, de canciones, besos y sonrisas, para que en los días de sopor, no haya tedio ni nubes grises que oscurezcan el camino.
La verdad es que, lejos de lo que rondaba mi cabeza esta mañana mientras me dirigía a esta bien iluminada pero mal empleada oficina, en vez de encontrarme entre mil y un bostezos, lo que ronda mi mente despierta son manantiales de ideas brotando a borbotones pero sin terminar de plasmarse en nada en concreto.
Algunas desechadas por atasco, otras por repetición y otras por no dar lugar a interpretaciones erróneas de palabras y sentimientos, poco a poco van cayendo al saco de la basura historias sobre cómo sobrevivir en un antro de perversión, sobre cómo por un momento el otoño se puede transformar en primavera o sobre lo poco que a veces importa despertarse antes de que amanezca.
La cuestión es que no las siento como historias desperdiciadas sino como piezas que poco a poco conforman el rompecabezas del día de hoy, algunas ocupando a su manera los huecos que ya tenían destinadas y otras encajando con sutil perfección en mis caóticos recovecos, todas acompañadas, como no, de la sonrisa que estúpidamente me acompaña hoy desde antes incluso de levantarme de la cama, y que acompañará a las nuevas mil historias que conformen el rompecabezas del mañana.
Es difícil definir hoy en día, en un mundo totalmente mercantilizado y en el que nadie sabe realmente si sus valores son realmente suyos o si no son más que un estribillo aprendido de la letra de algún anuncio, cuales son las necesidades que realmente necesita cubrir para ser feliz.
Necesidades y felicidad, dos palabras que entran en un bucle sin fin si nos dejamos envolver por la sociedad de consumo, ya que a mayor consumo mayores necesidades de mantenimiento de estatus y mayor sensación de insatisfacción e infelicidad. La pescadilla que se muerde la cola, comprar más para necesitar más, tratar de lanzar migas al insaciable apetito de la bestia.
Si por un momento nos alejamos de lo que se supone debemos necesitar, y una vez cubiertas las necesidades más básicas (techo, ropa, comida y algo en lo que ocupar tu tiempo, quien quiera que lo llame trabajo) cada cual tiene siempre un mínimo de cosas que hacen que su vida transcurra por el camino que ha decidido en vez de convertirse en un infinito pozo de insatisfacción. Son esas cosas que muchas veces vemos como rutinas y hechos cotidianos y sin los cuales sería imposible llevar puesta siempre la sonrisa. Necesidades reales y vitales, la sonrisa de un amigo, una pluma y un papel para poder viajar incluso sin dinero, un abrazo cuando lo necesitas, la mirada de esa chica que te acelera el corazón, un café o un mate en buena compañía… son las pequeñas grandes cosas que realmente necesitamos y no sabemos reconocer, son las necesidades que hacen que cada día podamos dar un pasito más en el camino, a pesar de no tener el coche de la tele, ni la casa de la revista, ni las vacaciones en el Caribe, sabiendo que en el fondo, todas esas cosas no valen nada si no están acompañadas de esos besos, abrazos, miradas y sonrisas.
Parece que con el avance del otoño el mundo se empeña en dar una vuelta de tuerca tras otra, y hasta se pone de acuerdo en robar a los días una hora de luz, se pone de acuerdo en quitarnos una hora de las de vivir y nos regala una para dedicar a los poco valorados artes de pensar y sentir.
El problema a veces aparece cuando uno ya está cansado de pensar y piensa que, probablemente, se le había olvidado el cómo sentir, dedicando su tiempo casi en exclusiva a soñar.
Porque en ocasiones, uno se acaba encontrando con que existen sueños de esos que te abrazan bajo las sábanas y ya no te dejan pensar, y te hacen creer que tus ansias por soñar no tienen otra motivación que volver a sentir. Son esos sueños, que se transforman en unos ojos, en una mirada, en unas manos, en un beso, son esos sueños que te hipnotizan y que te hacen pensar que da absolutamente lo mismo que exista una hora más de día o una hora más de noche, porque lo único que te apetece, indistintamente de cuando sea, es pasarte esa hora soñando.