La felicidad es sin lugar a dudas una gran enemiga para las mentes creativas, eso es así como que la gran mayoría de lxs grandes escritores han escrito sus mejores obras en momentos de crisis, bajo los efectos del alcohol, las drogas o cuadros de esquizofrenia galopantes.
Y la cuestión es que algo hay en los momentos de cierta inseguridad y de percepción negativa de la realidad que empuja a que afloren las palabras con una profundidad que nos es imposible alcanzar cuando todo va bien.
Por norma general, y un paso más allá de los pequeños retazos de mi día a día que dejo en este espacio, es la noche, mejor cuanto más oscura y profunda, ese momento que elijo para enfadarme con mi mundo, tirar líneas, palabras y versos sobre el papel y después volver a reconciliarme conmigo mismo antes de irme a dormir. Son momentos en los que puedo aislarme por un momento de mi realidad cotidiana y sacar de su lúgubre escondite los recuerdos, pesares y anhelos que invitan a la pluma a deslizarse sin control sobre un pedazo de papel amarillento.
Pero hay veces, en las que te pongas como te pongas, tu mente no puede encontrar ni una pequeña herida abierta de la que sacar ese dolor creativo, esa fuente de inspiración basada en aquello que te mantiene alerta y despierto. Son esas noches las que se llenan de bolas de papel con medios versos y textos que van directos a la papelera, son esas noches en las que la oscuridad no es suficiente, en las que la pluma sólo quiere disfrutar del momento, por breve e ilusorio que sea…
Y la cuestión es que algo hay en los momentos de cierta inseguridad y de percepción negativa de la realidad que empuja a que afloren las palabras con una profundidad que nos es imposible alcanzar cuando todo va bien.
Por norma general, y un paso más allá de los pequeños retazos de mi día a día que dejo en este espacio, es la noche, mejor cuanto más oscura y profunda, ese momento que elijo para enfadarme con mi mundo, tirar líneas, palabras y versos sobre el papel y después volver a reconciliarme conmigo mismo antes de irme a dormir. Son momentos en los que puedo aislarme por un momento de mi realidad cotidiana y sacar de su lúgubre escondite los recuerdos, pesares y anhelos que invitan a la pluma a deslizarse sin control sobre un pedazo de papel amarillento.
Pero hay veces, en las que te pongas como te pongas, tu mente no puede encontrar ni una pequeña herida abierta de la que sacar ese dolor creativo, esa fuente de inspiración basada en aquello que te mantiene alerta y despierto. Son esas noches las que se llenan de bolas de papel con medios versos y textos que van directos a la papelera, son esas noches en las que la oscuridad no es suficiente, en las que la pluma sólo quiere disfrutar del momento, por breve e ilusorio que sea…
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