Es difícil definir hoy en día, en un mundo totalmente mercantilizado y en el que nadie sabe realmente si sus valores son realmente suyos o si no son más que un estribillo aprendido de la letra de algún anuncio, cuales son las necesidades que realmente necesita cubrir para ser feliz.
Necesidades y felicidad, dos palabras que entran en un bucle sin fin si nos dejamos envolver por la sociedad de consumo, ya que a mayor consumo mayores necesidades de mantenimiento de estatus y mayor sensación de insatisfacción e infelicidad. La pescadilla que se muerde la cola, comprar más para necesitar más, tratar de lanzar migas al insaciable apetito de la bestia.
Si por un momento nos alejamos de lo que se supone debemos necesitar, y una vez cubiertas las necesidades más básicas (techo, ropa, comida y algo en lo que ocupar tu tiempo, quien quiera que lo llame trabajo) cada cual tiene siempre un mínimo de cosas que hacen que su vida transcurra por el camino que ha decidido en vez de convertirse en un infinito pozo de insatisfacción. Son esas cosas que muchas veces vemos como rutinas y hechos cotidianos y sin los cuales sería imposible llevar puesta siempre la sonrisa. Necesidades reales y vitales, la sonrisa de un amigo, una pluma y un papel para poder viajar incluso sin dinero, un abrazo cuando lo necesitas, la mirada de esa chica que te acelera el corazón, un café o un mate en buena compañía… son las pequeñas grandes cosas que realmente necesitamos y no sabemos reconocer, son las necesidades que hacen que cada día podamos dar un pasito más en el camino, a pesar de no tener el coche de la tele, ni la casa de la revista, ni las vacaciones en el Caribe, sabiendo que en el fondo, todas esas cosas no valen nada si no están acompañadas de esos besos, abrazos, miradas y sonrisas.
Necesidades y felicidad, dos palabras que entran en un bucle sin fin si nos dejamos envolver por la sociedad de consumo, ya que a mayor consumo mayores necesidades de mantenimiento de estatus y mayor sensación de insatisfacción e infelicidad. La pescadilla que se muerde la cola, comprar más para necesitar más, tratar de lanzar migas al insaciable apetito de la bestia.
Si por un momento nos alejamos de lo que se supone debemos necesitar, y una vez cubiertas las necesidades más básicas (techo, ropa, comida y algo en lo que ocupar tu tiempo, quien quiera que lo llame trabajo) cada cual tiene siempre un mínimo de cosas que hacen que su vida transcurra por el camino que ha decidido en vez de convertirse en un infinito pozo de insatisfacción. Son esas cosas que muchas veces vemos como rutinas y hechos cotidianos y sin los cuales sería imposible llevar puesta siempre la sonrisa. Necesidades reales y vitales, la sonrisa de un amigo, una pluma y un papel para poder viajar incluso sin dinero, un abrazo cuando lo necesitas, la mirada de esa chica que te acelera el corazón, un café o un mate en buena compañía… son las pequeñas grandes cosas que realmente necesitamos y no sabemos reconocer, son las necesidades que hacen que cada día podamos dar un pasito más en el camino, a pesar de no tener el coche de la tele, ni la casa de la revista, ni las vacaciones en el Caribe, sabiendo que en el fondo, todas esas cosas no valen nada si no están acompañadas de esos besos, abrazos, miradas y sonrisas.
1 comentarios:
Qué cierto!…si ya lo decía Maslow…
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