Ciertamente desde primera hora de la mañana llevaba dándole vueltas a una noticia que siguió toda la noche sin salir, pero hoy, de camino al trabajo, un titular sobre ella me ha hecho sobresaltarme en el metro, el titular rezaba “Amaia Montero estrena disco y nuevo cuerpo”
Mas allá de la valoración musical que cada cual hagamos sobre la noticia, esta aberrante introducción no hace sino demostrar que la sociedad actual está contaminada hasta el último de sus recovecos por el virus del machismo y del patriarcado.
En el momento en que a una mujer, por el mero hecho de serlo, se le exige que para triunfar en el mundo de la música, ha de tener un cuerpo perfecto que poder vender visualmente al público masculino, no se está haciendo sino reducir todo el talento y capacidades de esa persona a un mero trozo de carne.
Personalmente me parece que es un insulto a todas las mujeres, que son utilizadas como mero objeto sexual enfocado a un público machista.
Y digo un público MACHISTA, y no masculino, porque yo, como hombre, me siento doblemente insultado. Primeramente me siento insultado como persona observando como se discrimina a alguien reduciendo todas sus cualidades a la aceptabilidad social que tenga su apariencia física, señalándole que, por el mero hecho de ser mujer, el precio del éxito se encuentra un peldaño más arriba que para el resto.
Por otro lado, me siento insultado como hombre. Me siento insultado como hombre al que se niega la capacidad de reconocer las cualidades de una mujer más allá de su envoltorio, como hombre para el que la sociedad crea y hacia quien dirige ese producto en el que ha convertido a la mujer, definiéndonos como meros compradores de carne, seres sin cerebro, corazón ni criterio para discernir entre que es lo que queremos y que es lo que no, me siento insultado como hombre que no acepta discriminación alguna y cuyo nombre es ensuciado con estas acciones.
Día a día permanecemos impasibles ante este tipo de situaciones que afectan transversalmente a todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Día a día guardamos un silencio complaciente con una sociedad que nos ha otorgado el papel del poderoso, que nos sigue permitiendo entrar en el juego de dominadores y dominadas, sin cuestionarnos ni por un solo momento las estructuras de poder establecidas. Día a día aceptamos los roles que nos son impuestos por cuestión de género renegando de los auténticos valores humanos, despreciando nuestra propia sensibilidad y afectividad para con los y las demás.
Compañeros, sinceramente, si esto es lo que significa ser hombre en el mundo en el que vivimos, a mi que me borren!