Una chispa nada mas, eso es lo que separa la oscuridad absoluta de la hoguera que todo lo ilumina. Asi que ahi andamos con el silex y la hojarasca, dale que te pego hasta que todo arda y las llamas iluminen la noche por mucho tiempo. Cualquier chispa es buena, un disco nuevo, una contracumbre la semana que viene o un tazon de chocolate con una buena pelicula y tu cabeza para soñar, asi que todo el mundo al loro, que quien juegue con fuego, puede quemarse!!!!
Días de gris, gris oscuro que, al caer la noche, se tornan en un negro que no vuelve a aclararse con el siguiente amanecer.
Días de frío, de mirar al camino y ver la meta más lejana de lo habitual, de sentirse en medio de la nada, sin una buena razón para avanzar y sin capacidad ni ganas de darse media vuelta hacia ninguna parte.
Días sin luz, sin sueños, sin ilusión. Días en los que vas mucho más despacio que el mundo que te rodea y al que además no te apetece engancharte. Días en los que la sonrisa cuesta un mundo y tan sólo sale a relucir para recordarte que sin ella no habría una buena razón de llegar al día siguiente.
Días de pensar y sentir, de soledad, de pies cansados, de pesados párpados, neuronas dormidas, de corazones huecos.
Días que terminan pasando, pero que hacen que sientas el invierno en lo más profundo de tu ser…
Y es que el tiempo pasa, y aunque uno viva inmerso en su eterno síndrome de Peter Pan al final siempre llega el día en el que se mira al espejo y esta ahí, desafiante, amenazadora, la primera cana! Y la ves, y la miras, y te preguntas si es que será un pelo muy muy rubio, y la vuelves a mirar, porque aunque la has reconocido, no quieres ni verla.
Que no, que no te da la gana, que si no tenías tu bastante con tu crisis de los treinta encima aparece ella para recordártelo y decirte que por mucho que te empeñes, que por mucho que te cuides, que dejes de fumar y que hagas dieta, ya no hay vuelta atrás. Así que le vuelves a echar un último vistazo, y la dejas ahí, como la primera de las muchas que han de venir. Como la primera de tantas que serán testigos mudos de tu andar por el sinuoso camino de la vida, como la primera de tantas que te recordarán que la vida está para llenarla de canas y cicatrices, que son las que te recuerdan que has vivido, que has andado y aprovechado el camino hasta el último de tus pasos.
Que si que si, que otro más y ya van tres, tres años de noche oscura, tres años de palabras, deliberaciones, pensamientos, sentimientos, sonrisas, lágrimas, poemas, canciones, borracheras, amores, desamores, princesas, sapos, amigxs, sueños, revoluciones, historias, conciertos, viajes, mudanzas, deseos, ilusiones, decepciones…
Tres años contando historias con, por y para vosotrxs, que sois lxs que las hacéis posibles, y que cumplas muchos más!!!!
No es la primera vez, ni la segunda, espero que si la última, pero lo que si está claro es que esta vez la decisión de dejar de fumar es mía y sólo mía, esta vez no viene impulsada por la necesidad imperiosa de ahorrarse unos dineros (aunque nunca venga mal) ni de tener contenta a la persona que tiene que aguantar tus besos de nicotina.
Esta vez soy, por mí y para mí, quien ha tomado la decisión de dejarlo y, debo asegurar, que no es nada fácil.
Siempre se piensa que lo duro de dejarlo es el mono físico, el coger un buen puñado de kilos y el hecho de que casi siempre que expulsas al tabaco de tu vida tus pulmones tienden a enfermar para expulsar ellos también toda la basura que llevan acumulada. De lo que la gente no quiere hablar, por parecer ridículo, es del mono psicológico. Dejar el tabaco es dejar un compañero, y sentirse un poco más sólo, puede parecer ridículo, pero es así.
Ese humo te acompaña allí donde vayas, en todos los buenos y malos momentos. Es el humo que te envuelve tras una buena comida, es el humo que envuelve los grandes conciertos, todas las grandes noches de fiesta e incluso, quien guste de ello, el después de una noche de pieles y abrazos. También es el humo de los por qués, el humo de las noches de insomnio contigo mismo, el humo de los paseos solitarios en busca de respuestas en los que uno sólo encuentra más preguntas.
Es el humo que está en lo bueno y lo malo, para un fumador quitarse el tabaco es como quitar el brindis en nochevieja, y eso es lo que hace que sea tan sumamente difícil decirle adiós sin dedicarle al menos un último recuerdo, un recuerdo a esas noches de humo y alcohol, a ese primer cigarro y a todos lo que fueron a escondidas, a los compartidos, a los liados, a los que calmaron corazones ahogados por las lágrimas, a los que preguntaron a las olas del mar, a los de después, a los interminados de parada de autobús, a los que se fumaron por fumar y a los que no debieron fumarse, a todos ellos, incluso a los que quedarán en la letra como en esta canción, a todos ellos, gracias por venir, y hasta siempre!
Había comenzado el año así como al ralentí, muy poquito a poco, sin prisas, con el convencimiento de que el ritmo se va cogiendo sin forzar y por inercia, sin la necesidad de llegar corriendo a ninguna parte.
Y así, poquito a poco dejas de ir en primera, y sólo con saber que ya es viernes metes la segunda para ir un poco mejor, y van pasando las horas, y un disfraz, un pelucón y las mil ideas que rodean a unos ya próximos carnavales hacen que entre la tercera, y sigues el camino, más suelto, y una tarde con amigos, preparando un viaje cercano a una Lisboa que vamos a devorar, te meten en cuarta y casi casi a la carrera, un reencuentro, buen rollo y una noche de largas charlas y sonrisas hasta que la luna casi se cansa de mirar consiguen que vayas en quinta y vuelvas a recuperar tu ritmo, siempre rápido pero sin pasarte de revoluciones, y teniendo siempre en cuenta donde están los frenos.
No, no es que yo también ande pensando en el fin del mundo según predicciones de los mayas ni nada parecido, pero es que hay que reconocer que hay semanas y días que se hacen interminables, eternas, parece que nunca lleguen a su fin.
Son esos días en los que sientes que Bilbo de vuelve un poco más gris y más frío de lo habitual, esos días en los que cada minuto va cayendo como una losa sobre el anterior y se hace infinita la espera hasta el siguiente. Esos días en los que ni tan siquiera una o mil canciones en tu cabeza consiguen darte el ritmo adecuado, y algunas incluso son capaces de sincronizarse con tus latidos para volver más tedioso el transcurrir del tiempo.
Tal vez es la oscuridad, tal vez la falta de calor por fuera y por dentro o tal vez es que quiero correr más de lo que debo y todo se me hace más lento, tal vez sean las ganas de saltar y sentir los pies pegados al suelo, o tal vez mi percepción del espacio-tiempo esté más deteriorada de lo habitual, quien sabe, pero lo que si es cierto es que los días pasan despacio, muy despacio…
Desde que uno nace, en prácticamente todo lo que va haciendo en la vida busca una referencia, en la niñez suelen ser los progenitores, según va creciendo va tomando ejemplo en sus amistades y, finalmente, cuando uno madura, tiende a tomar como ejemplo las personas que sobresalen por su carácter excepcional sobre todas las demás.
Así fue Daniel Bensaid, un hombre excepcional, un luchador excepcional. Y no porque el tratase de serlo, no trato nunca a lo largo de su vida de sobresalir por en encima de sus compañerxs de lucha y eso es probablemente lo que lo hiciera excepcional, su humildad, su sencillez, la tremenda humanidad que ponía en cada una de sus palabras, de sus libros, de sus combates.
Decía Bertolt Brecht que hay hombres que luchan un día y son buenos; hay otros que luchan un año y son mejores; hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos;pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles. Pues bien, hoy nos ha dejado uno de esos imprescindibles.
Y si, es posible que hoy, algunos duerman más tranquilos pensando que somos uno menos en la lucha, lo que supongo que no saben, compañero Daniel, es que gracias a ti, hoy somos muchos mas los que estamos en ella.
Ahora que hace frío, y que llegan sensaciones casi olvidadas al ver el blanco paisaje inundar todo aquello que nuestra vista alcanza, me ha dado por imaginar que tal vez sea eso en lo que te hayas convertido, tal vez no fuera un muro de esos imposibles de escalar lo que hubiera construido a tu alrededor, ni una torre rodeada de un foso infranqueable, tan vez no fuera que a mi corazón le hubiera colocado una enorme valla, ni un fortín protegido por alambre de espino para que nadie se acercase, tal vez tan sólo ocurrió que te habías convertido en un copo de nieve, tan blandito, tan suave, con ese aspecto agradable, esponjoso, que dan ganas de abrazarlo, tocarlo, sentirlo...y, en el fondo, congelado…
Para volver a llenarlas, y es que con las botas aún llenas de barro y polvo del último camino, es hora de comenzar a intuir los venideros. No puedo evitarlo, es parte de mí, esa ansia por conocer, por ver, por sorprenderme con todo aquello que me es diferente o simplemente hasta ahora desconocido.
Así que casi sin deshacer la maleta es la hora de decidir los nuevos caminos por recorrer, he de reconocer que cada año tiene algo distinto, y que el viajero, pobre de cartera y rico en sueños, como es mi caso, al final debe acoplar los segundos a la primera, mal que le pese. A pesar de todo, finalmente, lo que importa es compartir el viaje con buenxs compañerxs, y siempre que se pueda, reencontrarse en el viaje con aquellxs que viven lejos.
Por lo tanto, este año de momento apunta destino cercanos, con la salvada excepción de la promesa realizada al tito Alberto de volver este verano a Finlandia, aunque claro, al final, lo importante no es cuantos kilómetros recorres, sino la forma de recorrerlos, así que nada, que comience a volar, de momento, la imaginación…
Que si que si, que ya me conozco tus excusas, que si la situación está muy mal, que si por ahí no hay nada que merezca la pena, que para que buscar si luego no te hacen ni puñetero caso... vale, si yo no te quito parte de razón en todo eso, pero lo que no se puede es estar más de una año tirado a la bartola, sin hacer nada de nada y viviendo entre bostezos, ahí, como una marmota, sin hacer ni un pequeño ademán por despertarte y volver a darte un poco de alegría, volver a moverte, volver a sonreír. Así que venga, espabila que no hay excusas, que si no te pones las pilas tu lo voy a hacer yo, que he empezado el año con ganas de guerra y no te pienso pasar ni una tontería más!
Y es que ya vale, kontxo, con este corazón mío que no se levanta ni pa ver que tiempo hace…
Muchos, demasiados, algunos sin sentido y otros simplemente utópicos e ilusorios, pero todos ellos necesarios. El año llega cargado de proyectos, esta vez sobre todo personales, y esta vez la mayoría se quedan para adentro, y tanto mi victoria como mi derrota serán saboreadas en soledad.
Y es que al final parece que los proyectos se cumplen sólo con decir que vamos a hacerlos, y luego por norma general esas palabras se las lleva el viento tan veloces como llegaron, para volver a ser pronunciadas, muy probablemente, con el comienzo del año siguiente.
Bien es cierto que muchos proyectos, se los guarde uno para sí mismo o no son de carácter público, además, en mi caso, casi es mejor que así sea, y que nadie se asuste si estoy de peor humor del habitual ahora que intento vivir sin humos y además sigo con la batalla eterna contra el perenne michelín, en el fondo, estos proyectos no dejan de ser pequeñas cosas, comparadas con las que uno se promete conseguir y no quiere contar.
Esos proyectos, esa construcción de uno mismo, ese avance hacia sus propios sueños y hacia la consecución del equilibrio, son lo que deben movernos y motivarnos cada día para dar un paso adelante, o incluso hacia atrás si es necesario.
Así que otro año más lleno de proyectos y sueños, otro año más dispuesto a avanzar, pero esta vez, si no les importa, me lo guardaré un poco para mí, que a veces hay que saber perder o ganar sin hacer partícipe al resto de las batallas que no pueden ayudarte a librar.
Que ahora si, ya de verdad, a arrancado el año nuevo; que lo de nochevieja es solo un ensayo, lo hacemos todo deprisa y corriendo y realmente no estamos a lo que tenemos que estar, en las uvas no nos da a mas pensar que a no atragantarnos y abrir corriendo el cava, así que las promesas y propósitos es mejor dejarlos para unas horas mas tarde.
Así que amaneces al día siguiente y, con mas resaca y la cabeza menos clara aun, te entierras en tu cuarto y bajo una manta te discutes a ti mismo los sueños y proyectos, te peleas con tu propia cabeza y hasta le tienes que dar un par de patadas al corazón para poder ver con mas claridad hacia donde quieres dirigirte en el año nuevo que comienza. Al fin, unas horas mas tarde, sales con las ideas mas claras, enterrando lo desechado y amarrándote a las promesas que te acabas de hacer a ti mismo, y que normalmente no tienen nada que ver con las que te habías hecho el día anterior entre copa y copa.
Y nada, el año arranca, cargado de promesas, retos y sueños, individuales y colectivos, y creo que con la fuerza y la claridad necesarias para ir a mas cada día que vaya pasando, bienvenidx todxs, pues, al año 2010.
