Y llegó ella...

Y es que el tiempo pasa, y aunque uno viva inmerso en su eterno síndrome de Peter Pan al final siempre llega el día en el que se mira al espejo y esta ahí, desafiante, amenazadora, la primera cana!
Y la ves, y la miras, y te preguntas si es que será un pelo muy muy rubio, y la vuelves a mirar, porque aunque la has reconocido, no quieres ni verla.

Que no, que no te da la gana, que si no tenías tu bastante con tu crisis de los treinta encima aparece ella para recordártelo y decirte que por mucho que te empeñes, que por mucho que te cuides, que dejes de fumar y que hagas dieta, ya no hay vuelta atrás.
Así que le vuelves a echar un último vistazo, y la dejas ahí, como la primera de las muchas que han de venir. Como la primera de tantas que serán testigos mudos de tu andar por el sinuoso camino de la vida, como la primera de tantas que te recordarán que la vida está para llenarla de canas y cicatrices, que son las que te recuerdan que has vivido, que has andado y aprovechado el camino hasta el último de tus pasos.